DÍA DE LA HISPANIDAD: LA ETERNA POLÉMICA


                     
            En medio del amplio abanico de problemas de toda índole que nos afectan en estos últimos tiempos, asistimos al lento socavamiento de los valores hispánicos que sustentan nuestra nación, merced a una labor de zapa, lenta pero constante, por parte de los nuevos nacionalismos independentistas, sobre todo el catalán, y en menor medida el vasco, que en el fondo lo único que pretenden es aquello del “quítate tú para que me ponga yo”. Con una diferencia, y es que, por mucho que insistan, jamás podrán borrar de su ADN la huella hispánica de quinientos años de convivencia e historia.
            Esta la labor de zapa se agudiza, y de qué forma, todos los años el día de la Hispanidad, con un despliegue feroz de textos distribuidos por la redes, cuyos autores aspiran a emular el veneno que durante siglos tuvo que sufrir España con la Leyenda Negra, tan hábilmente utilizada por sus tradicionales enemigos: Inglaterra, Holanda y Francia. Son textos infamantes, que tratan de empañar a escupitajo limpio la labor de España en Hispanoamérica durante siglos, poniendo a nuestros ancestros de chupa de dómine, tildándolos de asesinos, ladrones, genocidas y muchas cosas más, confundiéndolos, y de qué manera, con los países colonialistas que, en posteriores siglos, se enriquecieron esquilmando sus colonias.
            Es posible que España se equivocara en muchas cosas, como así fue, pero basta tener las mínimas nociones de Historia para ver que a la hora de juzgar nuestra obra en América hay que tener en cuenta la época y el sentimiento religioso cristiano imperante, al cual todo se supeditaba, ya que, incluidas las enormes riquezas en forma de oro y plata que llegaban a los puertos hispanos, siempre que “sir” Drake y sus secuaces no lo impidieran, iban destinadas a las interminables guerras por toda Europa en que se empeñó Carlos V, tras acabar con lo comuneros en Villalar, torciendo para siempre el destino de España. Buena prueba de ello la tenemos en que, hacia 1650, en el reinado de Felipe IV, de ser el país más rico del mundo, pasábamos a la pobreza que vemos reflejada en la novela picaresca.
            A estos sujetos que con tanto ahínco se dedican a echar tierra sobre lo español, con el perenne aplauso de ingleses, holandeses, franceses y otros, convendría recordarles la auténtica labor de rapiña practicada por Inglaterra cuando, vencida España tras la derrota de la Invencible, se repartió con Holanda el dominio de los mares, creando un imperio que supo explotar sistemáticamente, que se lo digan a Gandi; o la labor de exterminio sistemático de los norteamericanos, desalojando por completo, o casi, a los antiguos pobladores indios (los malos de la película) hasta encerrarlos en las reservas y casi aniquilarlos (lo que queda de ellos es una pura reliquia).
            Que España se equivocó, visto bajo el prisma actual, es un hecho Es evidente que, por culpa de su ceguera religiosa llevada al fanatismo, que tanto daño hizo también a la cultura patria, acabó con culturas milenarias, aunque sólo en parte, puesto que, para entonces, los incas del Perú y los mayas se encontraban en fase agónica. Sin embargo, cabe decir en su descargo que aquel afán de lucro tenía un objetivo mesiánico, como lo demuestra el hecho de que aquel oro nunca llegó al pueblo, y todo fue a parar a las arcas de los ilustres banqueros italianos y holandeses. Por lo demás, a los que jamás nos cubriremos el rostro, nos cabe el íntimo orgullo de ver cómo desde el Río Grande al estrecho de Magallanes los antiguos indígenas y los hispanos hablan, todos, una lengua común, el castellano (y ahí les duele a los catalanes fenicios). Por favor, ¿cómo pedir que se nos respete en Europa, si no somos capaces de respetarnos nosotros mismos?

                            Juan Bravo Castillo. Lunes, 17 de octubre de 2016    

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