NEGRAS PERSPECTIVAS




            Miércoles 4 de noviembre. Partido de fútbol de Champions en el Camp Nou. El Club de Fútbol Barcelona juega con un equipo desconocido, el Bate Borisov, lo que se llama una perita en dulce, ideal para el lucimiento de las estrellas blaugranas. Pero lo esencial esta vez no está en el campo, sino fuera: los secesionistas, los de siempre, los bien pagados, bien pertrechados, bien acomodados, se aprestan a “regalar” al personal nada menos que treinta mil banderas esteladas –esa misma que, a pasos agigantados, ha acabado por reemplazar a la clásica bandera catalana–. Hasta a una chica china que pasa por allí y que ni siquiera sabe de qué va la cosa se la regalan: todo es bueno para el convento, o para la causa. Lo esencial es hacer ruido, desafiar a la UEFA y al sursum corda. ¿Qué puede importar una multa más? Somos más, y más que lo seremos tras la independencia, aunque ahora esta canalla española nos robe a manos llenas hasta el punto de no poder pagar las medicinas.
            La suerte está echada. Los acontecimientos se suceden de forma inexorable. Carme Forcadell, absoluta desconocida hace unos meses, se ha constituido en la punta de lanza, prestándose a presidir una Cámara catalana que es un puro esperpento, y se apresta a recibir las bofetadas mientras Artur Mas, acabado, y un Junqueras, con aires de salvador, permanecen en la sombra en espera de acontecimientos, conscientes de que algo no va bien.
            La situación a la que nos vemos abocados es extraordinariamente compleja. Dos millones de catalanes enardecidos, frente a cinco y medio que oran y laboran porque de algo hay que comer, en tanto que los “salvadores de la patria”, funcionarios a quienes no les importa salir un día y otro a la calle porque el sistema está con ellos, campan por sus respetos como en el Berlín de los años 30. Las calles es suya, con o sin “esteladas”, ellos, como en el Rinoceronte de Ionesco, son los bellos, los hermosos, los modernos; diga “independencia”, palabra mágica, y se verá de pronto rejuvenecido, atractivo, reluciente y lozano. El mundo que pretenden crear a toda costa pasa por ahí y sólo por ahí. Los que no piensan como ellos, esos son los carcas, a quienes, “por el momento”, se les desprecie olímpicamente con una mueca despectiva, son los fachas, los amigos del PP, de Rajoy y del traidor Zapatero, los antiguos, los pasados de moda, los acomplejados, en una palabra, los españoles cavernícolas y retrasados, que llevan años viviendo a costa del probo pueblo catalán.
            Tales son los dogmas, perfectamente inculcados en las escuelas, que han acabado impregnando a gran parte de una generación de catalanes que saben lo que es odiar como no había ocurrido desde la guerra civil. El español, para tales fanáticos, es el judío en quien se refractan sus frustraciones. ¡Qué horror ver nuestra dramática historia repetida! Escindir a un pueblo es ya funesto de por sí, pero camuflar la corrupción en la bandera nacionalista y abocar a todo un pueblo a un conflicto de esta naturaleza es indecente. El lunes, o sea hoy, se juega una baza decisiva. El Parlamento catalán sabe lo que hace y a lo que se expone. El Tribunal Constitucional se lo advirtió el pasado jueves. La confrontación está servida. Lo que en adelante ocurra tiene unos responsables. Alfonso Guerra acaba de decirlo: la medicina es de sobra conocida.

                                   Juan Bravo Castillo. Lunes, 9 de noviembre de 2015

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