HACIA LA BARBARIE


Hay acciones que no se pueden cometer impunemente y son ya demasiados los errores que Occidente ha cometido por su incapacidad de comprender la idiosincrasia del Islam, donde siempre hay una nueva yihad redentora, dispuesta a purificar y a imponerse al resto de sus congéneres, considerados herejes. Semejante dinámica la sufrimos, y de qué modo, en nuestro propio país, sometido a las hordas de almohades, almorávides y benimerines, que sucesivamente impusieron su fanatismo en la España musulmana, tan olvidada por los nuevos gendarmes del mundo.
Hace unos días, Hilary Clinton, en lo que fue considerado un más que probable gesto preelectoral, criticó severamente la política de Barack Obama en Siria e Iraq, que ha dado lugar a una “nueva” modalidad de barbarie, de carácter casi medieval, que amenaza con producir un auténtico cataclismo.  No de otro modo podemos denominar el fanatismo islámico de la nueva internacional yihadista, que en muy pocos meses ha superado por todos los frentes a Al Quaeda, con un ideario brutal que aspira nada menos que a establecer un nuevo Califato, regido por Abubaker al Bagdadi, que ahora se hace llamar califa Ibrahim, artífice del fulgurante ascenso de dicho Estado Islámico, que domina buena parte de Siria e Iraq.
El problema aquí es que, en tan breve transición, se ha pasado del simple terrorismo a una organización yihadista translacional, con una creciente facilidad para captar a islamistas de diferentes nacionalidades (incluidos españoles) y presta a conquistar una base territorial en la cual proclamar su propio califato, a la manera de Abderramán III en Córdoba. Una organización que, para más inri, dispone de una eficaz red de finaciación que le aporta abundantes recursos materiales gracias a su control de campos petrolíferos y a los impuestos que recaudan en las zonas bajo su autoridad, sin olvidarnos de la extorsión a los hombres de negocios y a las minorías confesionales a las que requisan sus pertenencias.
Fanáticos, por lo demás, dispuestos a perpetrar todo tipo de atrocidades, desde ejecuciones sumarias en masa a asesinatos de niños y mujeres, además de decapitaciones y otras mutilaciones. Por hacer, han hecho incluso crucifixiones públicas en un intento de sembrar terror entre las minorías cristianas; brutalidades que han sido documentadas por cámaras y teléfonos móviles, y posteriormente difundidas en Internet a través de los foros yihadistas y las redes sociales.
La gota que ha desbordado el vaso es la decapitación del periodista norteamericano James Foley, casi dos años después de su secuestro en Siria, como respuesta a los bombardeos que Estados Unidos ha ordenado contra tales radicales en Iraq. El hecho de que el verdugo hablase con acento londinense revive el temor a la penetración del yihadismo en Occidente, lo cual es un hecho. 
Un nuevo reino del terror está servido, convirtiendo el mundo en un auténtico polvorín por culpa de los errores tremendos de los Bush, padre e hijo, y de la permisividad de los líderes mundiales con el gobierno hebreo, especializado en masacrar palestinos, en especial a niños –la cifra supera con mucho el medio millar–. No creemos equivocarnos si decimos que una nueva cruzada esté en marcha para detener a este nuevo monstruo que el fanatismo ha gestado.

                               Juan Bravo Castillo. Domingo, 24 de agosto de 2014

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