HACIA EL FIN DEL BIPARTIDISMO




            A Cañete le interesaba ganar las elecciones, a costa de lo que fuera, pero hay costes y “costes”, y a decir verdad, el coste, aquí, para él y para los suyos, y no digamos para sus oponentes del PSOE, ha sido excesivo. Ya sabemos que se trataba de unas elecciones europeas, muy aptas para todo tipo de frivolidades y experimentos con o sin gaseosa; ya sabemos que se trataba de unas elecciones a las que tradicionalmente acude una minoría, en tanto que las grandes mayorías silenciosas y decisorias en las elecciones locales y generales permanecen en sus cuarteles de invierno, como si la cosa no fuera con ellos. Sabemos eso, y sabemos otras muchas excusas de mal perdedor, pero lo cierto es que los resultados de estas elecciones europeas han hecho tambalear los cimientos de los dos grandes partidos sobre los que hasta ahora se venía asentando la democracia española: el PP, que ha perdido ocho escaños; y el PSOE, que, aún más sorprendentemente, ha perdido nueve, provocando, como ya se sabe, el primer gran cataclismo postelectoral, con la salida anunciada, que no consumada, de Alfredo Pérez Rubalcaba, aferrado al poder como una lapa y haciendo lo que tenía que haber hecho hace dos años para de ese modo evitar la debacle de su partido, incapaz de sacar rédito del lógico desgaste de un PP que, en dos años, ha dejado el país al borde de la agonía, por más que sus militantes se empeñen en recalcar que estamos a punto de salir del hoyo, que se lo pregunten si no a ese 30% largo de población excluida del sistema y rayana en la más absoluta desesperanza.
            El azul del PP, aunque ganador de los comicios, ha quedado reducido a su mínima expresión, con sus 16 escaños, en tanto que lo rojo, sumando a PSOE, IU y el nuevo grupo –calificado miserablemente por Felipe González de “bolivarista”– “PODEMOS”, alcanza una cifra de veinticinco escaños. ¿Qué conclusión podemos sacar, más allá de que el Partido Popular conserva un electorado fiel y convencido, por más que sean muchos miles los que, por esta vez, hayan optado por quitarle la confianza que habían depositado en él? Pues, evidentemente, que, como más de una vez he afirmado desde esta misma columna, la gran mayoría del Pueblo, así con mayúsculas, dice y reitera un contundente “basta”, viendo cómo ya es incapaz de apretarse más el cinturón, viendo cómo sus hijos languidecen o tienen que coger la maleta y emigrar en busca de un porvenir que su patria es incapaz de proporcionarle.
            Nada extraño que los “bolivarianos”, según don Felipe –qué triste es envejecer, sobre todo de mente y espíritu–, hayan aglutinado, en tan sólo cuatro meses de actividad política, a un millón doscientos cincuenta mil votantes, hartos de contemplar a diario el mismo paisaje raquítico y desesperanzado: son los indignados de José Luis Sanpedro, son los luchadores de la Puerta del Sol, son los que, plenamente concienciados y hastiados de la política basura, aspiran a renovar y a regenerar. Pero cuidado, cuidado, sobre todo, con dejarse seducir con los cantos de sirena de Cayo Lara y su chirriante maquinaria: lo que daría IU por tan suculento botín. Esperemos que esta vez no terminéis claudicando como hicisteis al final en la Puerta del Sol. Lo de ahora es más serio, es más, mucho más, que una pequeña rebelión; es un modelo a seguir para evitar batallas cruentas como la que ya se configura en el horizonte en las filas del PSOE nada más anunciar Pérez Rubalcaba el congreso extraordinario de julio para elegir al Secretario General. La política de oficio frente a la política como sacrificio y entrega. El futuro está servido. Esperemos que Rajoy también haya entendido el mensaje. No se puede llegar tan lejos sacrificando a todo un pueblo.


                              Juan Bravo Castillo. Domingo, 1 de junio de 2014    

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