QUIMERAS Y ESPERPENTOS



            En política, como en casi todo, es fácil pasar de lo sublime a lo ridículo en cuestión de horas. No es sin embargo ése el caso de los políticos catalanes que vienen rigiendo esa comunidad en los últimos tiempos, en especial a partir del momento en que Artur Mas asumió el sillón de Jordi Pujol. Este personaje, arrogante y eternamente cabreado desde el momento en que se vio desbancado de la presidencia de la Generalitat por el tristemente célebre “Tripartito” cuando tan felices se las veía con la promesa que le hiciera José Luis Rodríguez Zapatero, no sólo está llevando a Convergencia i Unió, con muchos decenios de experiencia política a sus espaldas, a la ruina, sino que, no contento, ha introducido a Cataluña en un proceso incierto de división sin retorno.
           El espectáculo ofrecido el pasado jueves anunciando, a once meses vista, lo que ellos denominan “consulta inocente”, cuando todos sabemos que es de todas todas un referéndum de autodeterminación encubierto, no ha podido ser más patético. Ver, juntos y en comandita, a los altivos representantes de la gran burguesía catalana, empitonados por la Ezquerra republicana de Oriol Junqueras, vigilante de todos y cada uno de los movimientos de Mas, y un poco más allá a los revolucionarios puros y duros del CUP, antiburgueses y subversivos por naturaleza, y en medio a los comunistas de nuevo cuño, en una alianza antinatura, anunciando las dos preguntas “trascendentales” que pretenden hacer al pueblo catalán: Si desean un Estado propio, y si quieren que ese Estado sea independiente, a sabiendas de que piden la Luna, es todo menos ejemplarizante.
            Pero, ¿cómo es posible que “Madrid” tenga tanto miedo a una simple consulta sin más? Dicen los responsables con la sonrisilla del lobo que quiere comerse a Caperucita. ¿Por qué tal alarma? Por fortuna, el Partido Socialista, recobrada la cordura, ha salido al mismo tiempo que el presidente Rajoy, perfectamente preparados ambos para lo que se les venía encima, desautorizando tajantemente semejante convocatoria. No habrá consulta, entre otras cosas porque no es constitucional, ha dicho el presidente. Lástima que, incluso para semejante intervención, lo hayamos visto sujeto al papel, del que este hombre es incapaz de salir, hasta ese punto desconfía de sus propias fuerzas.
            Todo muy bien hasta aquí. Pero, cuidado, ya no sólo por lo que está en juego, que es mucho, que es la propia Historia de un país que no ha hecho más que desbaratarse desde el siglo XVIII por culpa de incapaces gobernantes, sino porque no estaría nada bien despreciar lo que se tiene enfrente. Éstos nada tienen que ver con Ibarretxe, aunque Artur Mas se le asemeje en casi todo. No, aquí, junto al esperpento, figura el monstruo de las siete cabezas, el inductor de la cosa, el hombre de la quimera con disfraz sanchopancesco, un político con tesón e inteligencia al que en ningún momento se ha de despreciar porque cada uno de sus pasos los tiene previstos y su objetivo es paladinamente nítido, como ocurre con Oriol Junqueras, el que manda en la sombra y el que espera recoger la abundante cosecha valiéndose de Artur Mas.
            Porque a nadie con dos dedos de frente se le oculta que él, como político avezado, sabe perfectamente que no habrá consulta ni nada que se le parezca, pero, en tanto que Mas tiene once meses para seguir en el machito, aunque eso sólo sirva para prolongar su agonía, Junquera sabe que tiene once meses para seguir cociendo la pócima del victimismo, de la intolerancia del Gobierno central, y sumando así voto a voto, sin prácticamente desgastarse un ápice. Cuidado, pues, aunque también es posible que lo que tanto él como los que están a su lado hayan obviado algo tan elemental como es que, antes o después, hay que poner la cara y mancharse las manos.

                               Juan Bravo Castillo. Domingo, 15 de diciembre de 2013

             

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