EL ARTE DE EDULCORAR LA REALIDAD
Desde aquí no podemos menos que dar
la enhorabuena al equipo de lingüistas que viene trabajando para el Gobierno de
Rajoy desde hace meses al objeto de edulcorar la realidad. Se trata de cuidar
al máximo el discurso, desechar rotundamente cualquier término o expresión de
índole negativa, insistir todos al unísono que el fin del túnel está próximo,
que todos somos iguales ante la ley, que ya se ven signos de mejora, que
estamos ante un crecimiento moderado, que la economía mejora y mejora, vamos
que España va “casi” bien, que nuestro esfuerzo se premiará “con creces”, etc.
etc. El objetivo, perfectamente diseñado por estos maestros del discurso, es
pues, hacer que entre todos los cargos con responsabilidad del PP, se dibuje, a
base de eufemismos, un porvenir esperanzado de cara al horizonte electoral, con
miras a seducir al amplio porcentaje de población que necesita para seguir en
el poder otros cuatro años.
Insisto, una maniobra perfectamente
urdida desde las altas esferas –imagino que a precio de oro– para generar
optimismo entre la población, cuando la realidad es la que conocemos: casi seis
millones de parados, un 30% de pobres, una generación desesperanzada que sale
de España como puede, y unas perspectivas de trabajo miserables con salarios de
auténtica hambre. Trabajar a la europea y cobrar a la africana.
Está claro que el viejo refrán, tan español, de “al pan, pan, y
al vino, vino”, es algo que quedó obsoleto desde que Zapatero dio en anunciar
que estábamos en la “Champions League”, superada ya Italia y a punto de
equipararnos a Francia, cuando la realidad es que estábamos a punto de llegar
al fondo de la noche.
Miedo de decir las cosas por su
nombre, a base de narices, como lo hizo Churchill con su “sangre sudor y
lágrimas”, o como hizo Kennedy cambiando el discurso norteamericano: “No
penséis en lo que el Estado os puede dar, sino en qué podéis ofrecer vosotros
al Estado”. Eso se llama patriotismo, cosa que en España hace tiempo que se
olvidó.
¿Cómo se puede decir, como dijo el
martes Rajoy, que el esfuerzo de los españoles se premiará “con creces” y
quedarse tan pancho? ¿A quién pretende tomar el pelo nuestro presidente?
Cualquier ciudadano medio ilustrado sabe no solamente que aquí se han quedado
fuera del sistema dos millones y medio de personas entre 45 y 60 años que muy
difícilmente podrán encontrar un nuevo trabajo, ni siquiera considerablemente
inferior al que tenían, y que gran parte de “nuestros” hijos –no los “suyos”,
claro– difícilmente hallarán un empleo, y no digamos la exigible cotización
para cobrar una jubilación, sino que, dando su verdadero sentido a la frase de
Rajoy, son unos cuantos –entre ellos la clase política– los que “ya” han sido
premiados “con creces” gracias al esfuerzo de los sufridos españoles.
Ha sido, y es, muy fuerte lo que
estamos viviendo o lo que hemos vivido para que nos vengan con estos cantos de
sirena. Ha sido, y es, muy fuerte lo que ha ocurrido con la clase empresarial
para que se nos siga tomando el pelo. Que, debido al pánico generado por la
crisis, los grandes capitostes hayan conseguido el despido semilibre con
sueldos de hambre, y, no satisfechos todavía, anden tramando dar una vuelta más
de tuerca a la reforma laboral, no tiene nombre, como tampoco que un 1% de
elegidos, en pleno siglo XXI, y sirviéndose de un Gobierno complaciente y
cómplice con los ricos, y tiránico y cruel con las clases medias y bajas,
tengan sojuzgada al 99% de la población, tiene redaños.
Hay errores que no se cometen
impunemente y éste no será menos.
Juan
Bravo Castillo. Domingo, 1 de diciembre de 2013
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