LO QUE ESPAÑA NECESITA


            He dejado de escuchar las noticias, como tantos y tantos españoles, por puro hastío, por asco y reiteración. No se puede pasar uno el día, de la mañana a la noche, oyendo hablar de Puigdemont –por cierto, cada vez de mejor año–, de Torras, de la República catalana, de Rufián, del Govern, del independentismo, de los fugados y de la madre que los echó al mundo. Nos pasamos cuarenta años con ETA y los vascos hasta en la sopa, y vamos por los mismos derroteros. Televisión, radio, prensa haciéndoles, de continuo, el “caldo gordo”, y una publicidad que bien la quisieran otros muchos.
          
Aquí, como en pocos sitios, se hace realidad aquel viejo chiste según el cual una madre le decía a su hija: “si eres buena tendrás un hombre; si eres mala tendrás los que quieras”. Evidentemente, lo que vemos a diario se asemeja en grado superlativo. De la mañana a la noche; de la noche a la mañana, la misma cantinela. Es como si en España sólo contaran Cataluña y el País Vasco; lo demás, al olvido. Uno tiene la impresión de que se hubiera echado por encima del resto de las regiones de España un tupido velo de olvido, de tal modo que sólo aparecen cuando hay que contar algún desmán, crimen de género o algo por el estilo. Pero es que, incluso, cuando se habla de Cataluña, el monotema no varía, pues rara, muy rara vez se habla del 51% de catalanes que, denostados allí y a menudo fuera, oran y laboran y no entran en el asqueroso juego de cortar autopistas, insultar a quienes no piensan como ellos, pasarse el día poniendo lacitos amarillos o amenazando, por no hablar de esa guardia pretoriana, más parecida a la Gestapo que otra cosa, que campa por sus respetos con el beneplácito de Torras.
            Unos mueren de enfermedad, o de vejez, y otros de puro aburrimiento. No podemos seguir así, queridos compañeros de los medios informativos; no podemos seguir pendientes de la última payasada de los discípulos de Pujol, por más que sus continuas ridiculeces les hagan perder terreno a diario. Optemos por el silencio administrativo; dejemos de darles coba ante el mundo; informemos lo meramente imprescindible; dejemos que ellos mismos caven su tumba, y eso sí, exijamos a nuestros políticos que actúen con energía, con astucia, con rigor, como ya lo hiciera Fernando el católico. 
            Existe una España cada vez más desconectada entre sí por culpa de este autonomismo paleto, de vuelo gallináceo, que nos impide alzar la vista y contemplarla en su totalidad. Va a llegar un momento en que nuestros hijos ni siquiera conozcan su rica geografía, su variedad de paisajes y de gentes. España no se merece esta comedieta de Ponza en la que entre unos y otros nos han metido. España necesita tomar conciencia de sus gravísimos problemas y buscar soluciones urgentes. Incluso Portugal, hace unos años rescatada, nos está “echando la pata”, por la sencilla razón de que ellos sí están unidos, y nosotros seguimos aferrados a las taifas que ya antaño fueron la perdición de los musulmanes hispanos: ¡qué poco aprendemos de la Historia!
            España necesita resolver asuntos urgentes, como el de la descapitalización del país, el de la creciente desigualdad entre las regiones, el de lo exiguo de los salarios, el del paro y la payasada de algunos contratos, el de las pensiones, el del despoblamiento de más de la mitad del país, el de la corrupción que no cesa, el de la Justicia, que Dios nos libre, y tantos y tantos más. Aquí parece que son los votos lo único que preocupa a los partidos políticos encargados de poner soluciones de largo alcance, no parches y más parches. Cuando uno oye a los políticos de todo signo hablar del PROYECTO, de su proyecto, se le hace muy difícil no soltar el trapo de la risa. Dejemos a los chantajistas del norte y empecemos a trabajar duro antes de que el txunami nos devore, porque, como decían los turolenses, “el resto de España también existe”.

                                    Juan Bravo Castillo. Domingo, 7 de octubre de 2018  


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