LO RANCIO

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            Han vuelto los de las capuchas, la boina, las pistolas y el amonal. Han vuelto para anunciar al mundo “el fin de su ciclo” y el inicio de su propio “procés”, a imagen y semejanza del catalán, siempre que, claro está, el PNV se preste al juego, cosa bastante dudosa, lo que no se puede decir de los “comunes”, porque en ellos todo es factible, aunque no previsible.

            Desde que llegó Carod Rovira a Euskadi haciendo ver a la bestia batasuna que con diplomacia a la catalana se obtenían más y mejores cosas que con la dinamita y las parabelum, todo cambió. Hubo unos cuantos bárbaros que siguieron soñando con la sangre, pero el veneno había quedado ya infiltrado en vena. Había que modernizarse, lo demás vendría por añadidura. Estaba claro que los viejos métodos sólo llevaban a la melancolía y al fracaso, como tan bien se ve en esa novela total que es “Patria”.

            La cárcel no es la tumba, pero ¡joder, qué dura es! De eso dan fe los cientos de presos que están echando a perder los mejores años de su vida por una ideología sin mayor recorrido. En la cárcel se piensa mucho, y se añora mucho, y se daría cualquier cosa porque alguien te sacara de allí y te ofreciera un modesto cargo de concejal de pueblo para ir tirando.

            El problema es que el mañana floreciente para Euskalerría que tan bien te vendieron ya muy pocos creen en él. El problema es que te engañaron a cambio de promesas, y lo que dejaste detrás fue un reguero de sangre y desolación brutal, que tú y tus compañeros os empeñabais en denominar el “conflicto”, pero que no era más que puro terror contra quienes no pensaban como vosotros.

            Manchasteis la joven democracia española, mandasteis a casi mil seres a la tumba, algunos destrozados y recogidos con palas, y a eso lo llamabais heroicidad, simplemente porque otros, más cobardes aún que vosotros, os jaleaban. Aquello fue el culto a la muerte, durante cuarenta años. Pero lo trágico para vosotros es que perdisteis la batalla unilateral que os empeñabais en seguir.

            Ahora, siguiendo el dietario de vuestros amigos catalanes, unidos todos por el mismo odio hacia España, pretendéis hacer de la derrota, si no una victoria –sería para troncharse de risa–, si no una rendición en toda regla –sería patético–, sí, al menos, un apaño, anunciando el “cese definitivo de la violencia”, para iniciar un nuevo método de lucha. Manejáis la mentira con inigualable destreza, pero la mentira, como la bosta, huele. Y a vosotros se os huele a la legua porque sois lo rancio, la podredumbre, la falsedad. Habéis decidido no matar, pero seguís despreciando todo lo que no es tan cochambroso como vosotros. Pretendéis escribir vuestro propio relato de los funestos hechos que protagonizasteis, pero la historia la haremos nosotros y esas víctimas a quienes ni siquiera tenéis la dignidad de pedir, ya no perdón, al menos disculpas.

            Sacar a colación al canalla de Ternera, al miserable de Otegi y a toda su ralea me resulta repugnante, como tomar un frasco de aceite de ricino. Pero no puedo menos de descargar mi ira, aquí y ahora, y expresar mi desconsuelo al ver cómo nuestro Gobierno permite que los conflictos domésticos se internacionalicen manchando una y otra vez la imagen de una España que, por culpa de esta patulea, está volviendo a los peores tiempos de la “leyenda negra”. De seguir así las cosas y si no se inicia una reacción proporcionada desde Madrid, dentro de poco creerán en el mundo que somos un país opresor, un estado bananero que somete a estos pobres vascos y catalanes que van por el mundo denunciando la tiranía de Madrid. Basta de seguir a la defensiva.



                                           Juan Bravo Castillo. Domingo, 6 de mayo de 2018

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