UN CANAL CON MUCHO FONDO
Una vez más el ciudadano español
siente náuseas al oír a Mariano Rajoy en Sevilla pronunciar una de sus típicas
soflamas sobre la honestidad del PP, justo a la hora en que, en Madrid, el juez
de la Audiencia Nacional Eloy Velasco no da abasto con la nueva banda de
chorizos incluidos en la nueva operación
Lezo, cuyo máximo representante es el que fuera presidente de la Comunidad
de Madrid y mano derecha de Esperanza Aguirre, Ignacio González, ese mismo que
incluso aspiró a suceder a Miguel Blesa al frente de Caja Madrid, cargo que, a
la postre, recayó, como se sabe, en Rodrigo Rato, otro que nos salió rana, o más
bien sapo, en honor a la ranas.
Madrid, capital de la basura,
lodazal del que no hay forma de salir, porque, a lo que parece, la corrupción
está metida hasta la misma médula de la clase política que supo tomarse al pie
de la letra el célebre lema de Zaplana, a quien no le dolieron prendas en afirmar
que había ido a la política “a forrarse”. A lo que hemos visto, primero en
Valencia y ahora en Madrid, llevan las inmensas mayorías obtenidas en no sé
cuántas elecciones autonómicas, con tipos sin entrañas que piensan, como Fraga,
que la calle es suya, que el mundo es suyo, y que el dinero público está allí,
no para administrarlo cabalmente, sino para metérselo en los bolsillos a
puñados.
El caso del antaño arrogante Ignacio
González, que seguía sin dar respuesta a cómo pagó su dúplex marbellí, ha
estallado como una nueva granada –nunca mejor dicho– llevándose por delante a
familiares –porque se trataba de un hombre muy familiar, de esos que pretenden
que todo o casi todo se quede en casa– y amiguetes. El expolio al que ha sometido
el Canal de Isabel II, que suministra agua a los hogares madrileños, se cifra
en torno a los veinticinco millones de euros, como primera providencia. Los
delitos de los que le acusa el citado juez no tienen desperdicio:
prevaricación, organización criminal, malversación, cohecho, blanqueo, fraude,
falsificación documental, corrupción en los negocios. No sé si quedará alguno,
pero todo es cuestión de esperar.
Y es tal la magnitud de esta trama
de desvíos de fondos, que quien más y quien menos en la calle Génova se está
tentando los machos por lo que le pudiera tocar. Todo denota que hubo, incluso,
hace un par de meses presiones y chivatazos advirtiendo al interfecto de lo que
se le venía encima, chivatos, al parecer, de muy alto rango, de la magistratura
o incuso del Gobierno. De momento, el presidente y el director de La Razón, Mauricio Casals y el
archipopular Francisco Marhuenda se vieron a obligados a declarar, el pasado
viernes, como investigados (imputados), acusados de obstruir la acción de la
Justicia, coaccionando para ello a Cristina Cifuentes, al tratar de impedir que
se denunciaran las irregularidades del Canal de Isabel II.
El único que demuestra templanza es
Mariano Rajoy, y eso que también ha sido llamado a declarar como testigo en el caso Gurtel –y recordemos que, como tal,
tiene la obligación de decir la verdad–; pero parece evidente que, después de
haber salido incólume de no se sabe ya cuántos envites gracias a su electorado
fiel, todo induce a pensar que sabe que tenía razón Miguel Ángel Aguilar
cuando, con su fino sarcasmo, anunciaba hace unos meses que al PP le faltaban
un par de escándalos más para lograr la mayoría absoluta.
Que personajes como González,
Granados, Rato y lo que te rondaré morena nos hayan gobernado o nos gobiernen,
me reafirma en que, pese a todo, la razón la llevaba Pedro Sánchez con su
célebre “No es no”, lema en el que me reafirmo. No todo vale, señor Rajoy.
¿Devolverán éstos sus rapiñas, o pasarán al fondo perdido? Veremos.
Juan Bravo Castillo. Lunes, 24 de
abril de 2017
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