DEL VICTIMISMO A LA PROVOCACIÓN
El esperpento catalán está
alcanzando cotas inusitadas propias de países bananeros. ¡Qué diría de lo que a
diario vemos por parte de los gobernantes catalanes el ilustre Prat de la Riba,
ideador de la Gran Cataluña y tantas otras añejas personalidades embarcadas en
una lucha por el catalanismo como modelo autonomista o independentista!
Con Jordi Pujol empezó la farsa,
aunque tardáramos años en enterarnos. Lo que ha venido después, Artur Mas y su
acólito Carles Puigdemont, ha convertido la farsa en esperpento. El rencor, la
rabia y la mala baba que a diario sale de la boca de los ya inhabilitados Mas y
Francesc Homs, va de la burla a la provocación, y sólo un hombre con la cachaza
de Rajoy es capaz de lidiar tan rabioso morlaco.
Que el pasado martes, en pleno
desafío independentista, se presentara todo un presidente de Gobierno de España
en Barcelona con el bálsamo de Fierabrás en forma de nada menos que 4.200
millones de euros extras con el objetivo de “reconstruir puentes, sellar
grietas y mirar hacia adelante”, para invertirlos en infraestructuras en esa
comunidad, y justo a esa hora el presidente del Govern, Carles Puigdemont, estuviera en Harvard arremetiendo, ante
un auditorio de menos de un centenar de personas, posiblemente traídas ad hoc por el propio Puigdemont,
brutalmente contra España –país atrasado y coercitivo que ahoga las
aspiraciones políticas, económicas y sociales de su comunidad –, resulta como poco
perverso.
Es evidente que Rajoy actúa tarde y
se le ve demasiado la patita con aquello de que con los catalanes todo es
cuestión de “pasta”. Pero, por encima de tanta torpeza, está la cortesía, la
sensatez y, en especial, el seny del
que los partidos catalanistas siempre hicieron gala. Porque lo más chusco del
caso es que, en tanto que el auditorio en el que habló el líder “popular”
estaba compuesto por unos 500 empresarios y representantes de diferentes
administraciones, partidos políticos y sociedad civil, no había ni un solo representante
de la Generalitat.
Estamos sin duda más allá del choque de
trenes, con una CUP desmelenada que, un día antes, hacía ademán de ocupar la
sede central del PP de Cataluña, demostrando que el cuerpo les pide salir a la
calle y emprenderla a golpes y con un Oriol Junqueras –el más astuto de la
clase–, el gran beneficiado de esta turbamulta, dispuesto a asumir la púrpura
en las próximas y ya casi inevitables elecciones. Y eso por no hablar del clan
de los Pujols, los intocables, a quienes no hay juez que se decida a poner a la
sombra una temporada.
Insisto, estamos ante un grandioso
esperpento del que sin duda hasta los propios catalanes empiezan ya a estar
hartos. Porque lo gracioso del caso es que, según el último barómetro del
Centro de Estudios de Opinión de la propia Generalitat,
los catalanes contrarios a la independencia superan en este momento en cuatro
puntos a los que la apoyan, que ven así peligrar la mayoría secesionista del Parlament. Al final Rajoy que, con su
indolencia, propició que los partidarios de la secesión casi se duplicaran en un
tiempo récord, se va a llevar el gato al agua simplemente por aburrimiento,
importante arma sin duda en política. El que resiste gana, decía Cela, otro
gallego de grandes tragaderas.
De todos modos, la solución de Rajoy
rociando Cataluña de millones pudiera al final generarle nuevos e imprevisibles
problemas. No es bueno desvestir un santo para vestir a otro, y con esa
política lo único que está haciendo es darles la razón a quienes lanzaron el
viejo slogan de “España nos roba”.
Juan Bravo Castillo. Lunes, 3 de
abril de 2017-04-01
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