DESCONCIERTO Y HARTAZGO


                    
                





            Son las dos palabras que definen el estado de la ciudadanía española a un mes de otras nuevas elecciones generales tras el fiasco de las de diciembre. Desconcierto de ver la falta de clase de sus políticos y hartazgo al comprobar que, salvo en contadas variantes, todo se repite, con el riesgo de que terminemos en el mismo laberinto.

            Hartazgo asimismo de escuchar los mismos tópicos por parte del Gobierno interino de Rajoy: que España crece y crece, que el paro disminuye, que en cuestión de otros cuatro años se crearán dos millones más de puestos de trabajo; en resumen, que España va bien y aún va a ir mejor si el Partido Popular gana las elecciones. Y, por otro lado, el lento matraqueo de las cifras reales que día a día anuncian la catástrofe en que nos debatimos: que uno de cada cinco españoles está en riesgo de pobreza o exclusión social, que el cuarenta por ciento de los hogares se las ven canutas para llegar a fin de mes, que las vacaciones para muchos son ya un lujo lejano, que una gran parte de nuestra juventud ya ni siquiera se molesta en buscar empleo, que algunos ni trabajando tienen para vivir dignamente, que los salarios se han devaluado un 25% en siete años, que las clases medias se cuartean a ojos vistas.
            Y ¿qué hacer ante esta hecatombe en ciernes? Los populares lo tienen claro, con su presidente en Zocodóver chupando cámara junto a Cospedal en la procesión de Corpus: exhibirse y esperar que caiga la breva, que de seguro que caerá, de surtir efecto el mensaje del miedo: o yo o el caos de los acólitos chavistas encarnados en el “coletas”, luego una negociación con ciudadanos y otros cuatro años “arreglando España”, que con los cuatro pasados y éste en terreno de nadie sumarán nueve.  
            La verdad es que resulta la mar de cómodo pavonearse cuando sabes que uno de cada cuatro españoles te vota porque sí, porque España es así, y no simplemente porque se deje manipular, sino porque tal es la herencia franquista que aún pervive. Porque la realidad es que los eslóganes que utiliza Rajoy, la exhibición de sus logros se derrumban como un castillo de arena cuando se analizan con un poco de detenimiento: la realidad, la triste realidad es que este gobierno que tan bien sabe manipular las cifras, no sólo ha dejado reducida a más de la mitad la caja de las pensiones, sino que incluso  ha sido incapaz de cumplir sus objetivos de déficit al punto de tener que afrontar, si Dios no lo remedia, cosa que sí ocurriría si los infractores fueran Alemania o Francia, una sanción de nada menos que dos mil millones de euros.
            Volver al punto de partida tras siete meses de darle vueltas al ajo sería una decepción profunda para los que venimos sufriendo en nuestras carnes la tortura de los recortes. España necesita urgentemente un replanteamiento justo de la riqueza mediante una reforma fiscal justa. España necesita un plan de choque efectivo para los millones de jóvenes y parados mayores de cuarenta años que se han quedado excluidos del sistema. España necesita abordar con decisión el tema de las pensiones antes de que ocurra la catástrofe que se perfila en el horizonte. España necesita otorgar muchos más medios a la inspección de Hacienda y a los jueces y fiscales para combatir a los corruptos y chorizos que campan por sus respetos y hacer que restituyan lo robado como medida previa a cualquier tipo de juicio. Y esto difícilmente podemos esperarlo del PP de los Bárcenas, Ratos, Granados y demás ralea. España, sobre todo, necesita políticos expertos y honrados para colocarnos en el sitio que la Historia nos debe.

                                           Juan Bravo Castillo. Lunes, 30 de mayo de 2016









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