CIFRAS INSOPORTABLES
Dicen los expertos que para curar un
mal lo primero que hay que hacer es diagnosticarlo y, sobre todo, reconocerlo.
Pero eso que habitualmente se hace en medicina, en economía y en política se
tiende a ocultar con la esperanza de que el tiempo se encargue de ponerle
remedio. En eso, desde luego, el Partido Popular se las pinta solo hasta el
punto de convertirse en un auténtico especialista del encubrimiento de los
datos, amparándose, claro, en el incondicional apoyo con que cuenta en
determinados medios de comunicación.
Decir, como decía la pasada semana
Rajoy que la economía va viento en popa, que vamos “en la buena dirección”,
aunque, eso sí, “hay que seguir trabajando para consolidar la recuperación”
(sic); o considerar, como consideraba ese mismo día el Ministro de Economía y
Competitividad, Luis de Guindos, “muy positivos los datos de la Encuesta de
Población Activa (EPA), ya que, en términos conceptuales presentaba un
crecimiento interanual del empleo del 3,3 %, el mayor desde mediados del 2007”,
nos suena a edulcoramiento y, sobre todo, a electoralismo, máxime cuando los
comparamos con la valoración que hace un líder como Ignacio Fernández Toxo, que
no duda en tildar esos datos de “malos sin paliativos, sobre todo por las
tendencia de fondo que reflejan”.
Números cantan, señores, aunque, más
que cantar, podríamos decir que aterran. ¿Cómo compaginar el optimismo de Rajoy
y Guindos con la desolación de las cifras que acaban de salir a la luz? En el
primer trimestre de este año, para quien no lo sepa aún, hemos incrementado en
54.300 hasta alcanzar la cifra de 1.610.000 hogares en lo que todos sus
miembros están en el paro. Se han extinguido 64.000 empleos. La cifra de
desempleados sigue siendo aterradora: 4.791.400 (o sea un 21 % del total de la
población activa, que es exactamente 18.029.000). Dieciocho millones de
trabajadores, de los cuales más de la mitad son mileuristas e incluso
seiscientos euristas. Añadamos a eso los más de 800.000 jóvenes que andan
ganándose la vida como pueden por Europa y América, y el millón largo de
extranjeros que ha regresado a su patria.
¿Razones para el optimismo?
Pregúntenle a Rajoy. Hay que ponerse en la piel de lo que andan desesperados
para entender lo que está ocurriendo, lo que ocurre o lo que pudiera ocurrir.
Una economía que expulsa a lo más jóvenes está condenada al fracaso. El dinero
ha huido a los paraísos fiscales por culpa del lenguaje exaltado de Podemos. El
capital se ha parapetado a raíz de la reforma laboral y son poquísimos los
empresarios dispuestos a poner el hombro.
Hasta Junqueras de Esquerra
Republicana de Cataluña reivindica ya la economía sobre la política. Hay que
salvar España de la ruina, y para ello se precisan pactos rápidos que den
prioridad a la creación de empleo, con o sin el apoyo de Europa, y dejar para
después la batalla ideológica. Hay que acabar con la falacia de que bastaría
con la llegada de la izquierda progresista al poder para resolver como por
ensalmo el angustioso problema del desempleo. Hacen falta más habilidad, más
acuerdos, más inteligencia, algo de lo que, desde luego, no han demostrado
estar sobrados ni Rajoy, ni Pedro Sánchez ni mucho menos Pablo Iglesias,
acostumbrados a supeditar el yo a la razón de Estado. También la izquierda
perdió la guerra civil por su empeño de hacer la revolución cuando lo que
tocaba era ganar primero la guerra. ¡Qué dos meses nos esperan, señor! Yo me
bajo en la próxima, ¿y usted?
Lunes, 2 de mayo
de 2016. Juan Bravo Castillo.
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