PEDRO EN SU LABERINTO



            Lo único que de momento hemos sacado en claro es que ya hemos colocado a Patxi. Hombre, eso sí, de consenso. ¡Qué cosas tiene la vida! Ya sólo falta Bono en la orquesta. Y mientras tanto, ¿qué hago yo?, insiste Pedro.
            A la izquierda y a la derecha me pilla el trole. ¿El peligro? Arrastrar conmigo al PSOE hasta acabar subducido por Podemos, ave rapaz que promete y promete y no sabemos si dará. ¿Frente de izquierda progresista, con Podemos, I.U. (rala sustancia), E.R.C., vascos, canarios?, la leche… El problema es que parte de esta ralea no cree en la entidad de España como nación, y otra parte, la mayor parte, está por la determinación, o sea, jugarte el todo por el todo, porque si pierdo estoy listo, y si gano por escaso margen manteniendo el statu quo, en diez, qué digo diez, en cinco años, volverán a las mismas, porque por estas latitudes somos así; y, lo que es más, también me pedirían la autodeterminación los vascos, los gallegos y hasta el cantón de Cartagena. ¡Qué leche! Por donde tire me pilla el toro.
            ¿Y con ciudadanos? Buenos chicos, gentes cabales a pie juntillas, como Rivera y Arrimadas, buena gente, insisto, pero ¿y mi mensaje progresista?, ¿y mi programa electoral de reformar la Constitución para hacer una Cataluña federal? ¡Ay madre, qué drama! Porque con los Populares ni a misa, quien vaya, claro. Aunque también quedaría la solución de un tripartito con PP y Ciudadanos exigiendo la salida de Rajoy, como ayer Mas (gente pasada de rosca, la España que nos ha llevado al borden del abismo, el uno con sus recortes y su falta de diálogo; el otro con su frenesí antiespañol), una salida honrosa, incluso podríamos dar la presidencia del Gobierno al joven Rivera, ni para ti ni para mí, ese tercero en discordia que más de una vez se ha llevado el gato al agua: experimentos de ese tipo no faltan. Pero, claro, lo de la gran coalición, en Alemania, bien; en España, es otra cosa. De hacerlo me comen vivo mis electores, la casta Susana, y Podemos, todos juntos. Si a fin de cuentas existiera una amenaza de guerra o una amenaza de ruina, el fin justificaría los medios, pero Cataluña, Puigdemont, éste se caga en cuanto vea que los mossos d´esquadra se alzan contra ellos (de trece mil, no más de trescientos son independentistas, los demás son gentes de nómina y orden).
            Además, están mis ansias de sillón (un buen socialista, en cuanto tiene un sillón a la vista no para hasta ocuparlo, por más que sepa que éste está desfondado); ni soñando podía yo imaginar llegar a la presidencia de Gobierno de España, como mi buen amigo José Luis Rodríguez Zapatero, del que tanto he aprendido. No sé; no sé. Al menos sabría rodearme de gente más competente que él. Queda no obstante la cordura, un tripartito, sí, con PP (sin Rajoy) y con Rivera (de presidente o no) y un Gobierno con el compromiso de reformar la Constitución en no más de año y medio, que es justo lo que duraría ese gobierno de compromiso, con una España no troceada y otras elecciones generales en 2017, lo cual, claro está, supondría mi harakiri, o no, pero para algo está aquel dicho tan repetido en mi niñez de España, todo por España, viva España, con rey o sin rey. ¡Ay, Pedro, qué va a ser de ti, cuántas noches sin pegar ojo! Hasta cuándo seguir poniendo el pecho cuando lo que realmente yo pido es… Bueno, por lo pronto voy a prestarle los cuatro senadores que me han pedido los de Esquerra Republicana de Cataluña para formar grupo parlamentario. Ya vendré el momento de pedirles la compensación correspondiente. El que siembra, recoge; aunque yo, la verdad, no sé, no sé.

                                        Juan Bravo Castillo. Lunes, 18 de enero de 2016

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