ESPAÑA Y SUS EXAMINADORES



          
         ¿Quién nos lo iba a decir? España ha pasado de ser un país soberano a un estudiante remolón que necesita de no sé cuántas evaluaciones para ir saliendo a flote. ¡Ah, pobre ministro De Guindos! ¡Cómo te compadezco! ¡Qué bien te ganas el salario con esos fines de semana en Bruselas rodeado de lobos y lobeznos sacándote la sangre y los colores en tu defensa a ultranza de los intereses de este desquiciado y torturado país llamado España! Con ese alfeñique que, como pulpo de siete tentáculos –pues no menos tiene el amo de la cosa, o sea el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Shaüble, el de la silla de ruedas–, te examina mirándote de abajo arriba –cosa natural– y escrutándote con la frialdad del inquisidor empeñado en salvar a Europa a base de estopa a los malos alumnos, como nosotros, o los portugueses, griegos, italianos y demás familias sureñas.
            Para colmo, el pasado fin de semana, y en tanto que De Guindos sufría de nuevo la consabida exploración del que te dice: “sí, muy bien, pero… hay que apretar más, mucho más”, otro personaje digno de encomio y alabanza, el comisario de Empleo y  Asuntos Sociales de la Unión Europea, un tal Lászió Andor, viajaba a Madrid, y el pasado martes se explayaba a gusto en la Fundación Biodiversidad, “insinuando” la necesidad de un contrato único en el mercado laboral. No, no se conformó el muchachuelo con advertir que son excesivas las modalidades de contrato en España – creo que en torno a las cuarenta– y la necesidad de simplificarlas. No. Él, todo arrogante y, por supuesto, fiel mensajero de voces autorizadas que posteriormente vendrán con la sierra mecánica, abogó por el gran sueño de los grandes mercaderes europeos, o sea la contratación libre prácticamente, es decir, la abolición de aquellos derechos del trabajador que tantas luchas, muertes y sacrificios costó instaurar. Y que este sujeto no fuera inmediatamente sacado del recinto en el que peroraba por la guardia civil y rápidamente puesto en la frontera correspondiente, deja bien a las claras que somos ya menos que nada en el contexto en que, para nuestra desdicha, entramos hace años, en vez de ahondar en el entorno americano en el que, a pesar de los destrozos de las grandes empresas explotadoras, aún somos algo. Por supuesto, el húngaro salvapatrias, al día siguiente, al ver la que había organizado, se excusó alegando que lo dicho era meramente una “reflexión”, pero el mensaje ya había quedado ahí, como una nueva espada de Damocles pendiente de los trabajadores españoles.
            Es evidente, cada vez más, que el objetivo de los jerifaltes nórdicos, encabezados por la tríada capitolina, Merkel-Shaüble-Ren, es arruinar, aún más, España, y ponernos a la altura de Marruecos y demás países del Magreb. En tanto que Japón y Norteamérica salen con energías y billetes renovados de la crisis, la hija del pastor protestante, antigua comunista en la Alemania Oriental y hoy símbolo preclaro de la derecha monetaria, hunde a Europa con el beneplácito de holandeses, finlandeses, y, lo que es peor, con el consentimiento de Francia, cuyo presidente François Holland ha establecido un nuevo récord al convertirse en menos de dos años en un cadáver político.
            Nada extraño que Inglaterra sea ya un clamor pidiendo un referéndum urgente – y no para 2017, como astutamente había propuesto David Cameron– para salir de la Unión Europea, que cada vez más es Unión Alemana. El euroescepticismo es ya un hecho en muy amplios sectores del Continente. La repetida frase de “fuera del euro hace mucho frío” convendría reconsiderarla, como todo, porque aquí la única verdad es que, dentro del euro lo único que vemos es una legión de gente hambrienta y sin esperanza.
                    Juan Bravo Castillo. Domingo, 19 de mayo de 2013

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