LAS PRISAS



           
       Decía el bueno de José María García que las prisas únicamente eran buenas para los delincuentes y para los toreros malos. Una frase que se me quedó grabada a fuego en la conciencia y que el mundo no acaba de asimilar. Vean, si no, estos tres ejemplos que acaban de producirse en el ámbito de la política y el deporte de nuestro país.
Dejé escrito hace un par de semanas que al buen quehacer selectivo de Pedro Sánchez en su equipo de Gobierno, sólo le encontraba un borrón, el de Màxim Huerta, como ministro de Cultura y Deporte. Algo chirriaba en dicha elección, realizada sin duda con excesivas prisas por aquello precisamente de la peculiar relevancia que se le otorga a la Cultura con mayúscula en este país (la Cultura como guinda). Ocho días le ha durado a Màxim la cartera. Y, por más que arremeta contra la “jauría”, le recordaremos que también él se dio a conocer en la “caja tonta” como jauría. Y que, además, la jauría nada tiene que ver con pagar religiosamente los impuestos.
Sorpresa desagradable causó asimismo el debut como ministra de Política Territorial de Maritxell Batet, a la que, nada más tomar posesión de su sillón ministerial, le faltó tiempo para anunciar la necesidad urgente de modificar la Carta Magna, o sea, de abrir la caja de Pandora, como el que cree haber hallado la piedra filosofal. Y todo ello sin tener la menor pajolera idea de lo delicado del tema, del consenso que ello implica, y, sobre todo, de lo que supondría esa España Federal, por la que andan tan obsesionados los socialistas catalanes y aún muchos que no lo son. Desde esta humilde tribuna, más de una vez he retado a los teóricos del partido a que me expliquen pormenorizadamente en qué consiste el modelo federal que proponen y si ello conllevaría, como sería lógico, la anulación del modelo de las Autonomías. Pero, según parece, no lo tienen nada claro. Lógicamente, Maritxell, tras el oportuno toque de atención, ha reculado en tablas, moderando sus ímpetus de neófita. Otra vez las prisas, mezcladas aquí con urgencias y apremios. Pero, ojo con esta joven catalana partidaria, a lo que parece, de que el pueblo catalán elija su propio destino de forma unilateral.
El tercer caso lo encontramos en el ámbito del deporte, con un presidente de la Federación Española de Fútbol recién elegido, Luis Rubiales, que, sintiéndose de repente traicionado por el seleccionador español Julen Lopetegui, comprometido con el Real Madrid, sin tan siquiera sacar la balanza y cotejar los pros y los contras, a dos días de iniciar el Mundial, lo ponía de patitas en la calle. Una decisión que puede traer cola si la cosa acaba mal (y reconozcamos que no ha empezado nada bien con ese empate a tres con una Portugal claramente inferior a España). El escándalo ha sido de aúpa en todo el mundo y todo por el maldito ego de este hombre que va de “pureta” y no se tomó una horas para reflexionar el daño que le hacía a todo un país.
Insisto, los puestos de responsabilidad exigen sapiencia, convicciones, sí, pero también comedimiento, diplomacia, veteranía y, sobre todo, prudencia. Pero aquí, el primero que llega coge un sillón y si te he visto no me acuerdo. De risa, vamos. Pero no todo peca por exceso, hay en España una institución que funciona tan lenta que a veces parece detenida como una máquina de tren en un apeadero. Me refiero, claro está, a la Justicia. Que el caso Urdangarín y su socio Diego Torres haya tardado seis años en quedar resuelto no augura nada bueno de su funcionamiento en España. No nos extraña que haya multitud de delitos que expiren y que se queden sin su correspondiente sanción. Pero así es España, señores, un país donde nos pasamos o no llegamos, como en el juego de las siete y media. Y todo ello, pese a héroes anónimos, como el juez Castro, de quien muy pocos se acuerdan ya.

Juan Bravo Castillo. Domingo, 17 de junio de 2018    

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