INVERTIR EN EDUCACIÓN
La
Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, presidida por Emiliano García-Page,
apuesta decididamente por le Educación, así, con mayúsculas. Mil plazas este
año para Secundaria; y ahora, otras mil plazas para maestros de Primaria en
2019. Una apuesta valiente por la que no podemos menos de felicitarnos los que
andamos inmersos en este tema de la enseñanza, y, por supuesto, los padres y la
sociedad entera.
Invertir
en educación –y también, cómo no, en cultura– es una apuesta inteligente y
loable, por más que los resultados sólo se vean a la larga; sembrar para
después recoger. Algo que puede sonar a tópico, pero que la derecha no termina
de creerse, por aquello que, para ella, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Intenta
así contrarrestar el Gobierno regional el desastre humano que organizó María
Dolores Cospedal con sus recortes, mandando a miles de profesores a la calle,
cuando muchos de ellos soñaban con haber metido cabeza en el cuerpo profesoral.
Recortar
en educación –como se recortó en energías eólicas, aunque de eso hablaremos
otro día– es un error descomunal que un gobierno que se precie no puede ni debe
poner en práctica. Al contrario, aquí todo lo que se invierta resultará poco
porque de ese modo se podrán conformar grupos más reducidos con los que el
profesor trabajará más eficazmente, y aún más si se le dota de medios técnicos
para llevar a cabo su labor. Por eso asombra pensar que aquel consejero de
educación en el gobierno Cospedal, Marcial Marín, sea hoy día secretario de
Estado del ramo: es como para echarse a temblar. Los números le saldrán, qué
duda cabe, pero ¿a costa de qué?
En
una época en que la robótica nos amenaza por doquier y en la que la
explotación, rayana a menudo en la esclavitud, campa por sus respetos en espera
de que reviente el artefacto de la Reforma Laboral ideado por Fátima Báñez en
uno de sus típica visiones celestiales, la sociedad castellano manchega puede
sentirse orgullosa de que sus actuales gobernantes opten por reforzar su
sistema educativo, lo cual, además de lo dicho, supone una inyección de oxígeno
para los cientos de licenciados que, con paciencia franciscana, llevan años
preparando oposiciones a los respectivos cuerpos docentes.
Esta
política, además, es tremendamente positiva como forma de sacar determinadas
zonas de Castilla-La Mancha de su retraso ancestral y frenar en lo posible el
avance implacable, si no del desierto, sí de la España vacía, que, más que
amenaza, es ya una realidad. Por eso, yo incentivaría a aquellos profesores y
maestros que, en vez de viajar todos los días a la capital de provincia, se
integraran en esos entornos, viviendo allí las veinticuatro horas del día y promoviendo
actividades de toda índole.
Queda,
por lo demás, un asunto pendiente, y es el modelo de selección de los docentes.
Lo que se oye de implantar una especie de MIR me parece la mar de arriesgado,
por cuanto el docente, además de sus conocimientos, se le exige unas
determinadas dotes pedagógicas y un exquisito trato con sus alumnos,
especialmente en la infantil y en la primaria, o sea una vocación. Todos
conocemos a docentes con grandes conocimientos en su materia y con muy escasas
dotes para la enseñanza, y viceversa. Por eso merece la pena trabajar este
ámbito antes de optar por una solución global, todavía peor si es una prueba
tipo test, donde nada ni nadie garantiza que el profesor que más respuestas
acierte sea el más competente. Todo un reto, pues, para que llegue un día en
que podamos presumir de un sistema educativo de élite, más competitivo que el
privado.
Juan Bravo Castillo. Domingo, 4 de marzo de
2018
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