Y AHORA EL PNV
Lo
llevan en los genes, entre otras cosas porque se les ha mimado y se les ha
tolerado todo. El nacionalismo se retroalimenta de su propia exigencia. Ya lo
decían los bilbaínos cuando, en el viejo San Mamés, en los tiempos de la grandeur de su Atletic Club, gritaban al unísono
aquello del “Todos queremos más, todos queremos más, todos queremos más, y más
y más, y mucho más”. Y así hasta el infinito.
Están
impacientes; se les nota. Tal es la esencia de la pinza. Primero fueron ellos
con ETA matando, y Xavier Arzalluz sacudiendo el árbol para recoger las nueces.
Luego vino Ibarretxe, con su plan quimérico; después la derrota sin paliativos
de ETA. Luego llegó Carod Rovira con su mensaje tripartito: se consigue más con
astucia que con pistolas, y parecieron calmarse después, claro está, de obtener
un suculento botín, con su concierto económico –privilegios, siempre los privilegios–
que les ha permitido gozar de un nivel de vida muy por encima del resto de
España. No les bastó la derrota; no les bastó vivir a lo grande; lo suyo es
“pedir más y más”. Se aprendieron bien la lección de Rovira, un pasito por
aquí, otro por allá, y cuando os deis cuenta estáis fuera, independencia a la
carta.
Esperaban
mejores noticias de Cataluña y de Cataluña sólo les ha llegado el esperpento;
de ahí su impaciencia. Pidamos, pues, ahora que el Estado –o sea Rajoy– hace
aguas por todas partes, el “derecho a decidir”. Pero ¿a decidir qué? Pues eso,
el Estado Autónomo Vasco. Y lo hacen con su sutileza habitual, esa sutileza
jesuítica de los primitivos escolásticos, esa jerga sutil que tan bien han
manejado desde siempre (lo cortés no quita lo valiente): “El PNV propone
actualizar el autogobierno vasco con un nuevo estatus político que incluya el
“derecho a decidir” de la ciudadanía vasca de cara a conseguir una relación
“bilateral” en el Estado de “naturaleza confederal””. Tan claro como el agua,
pero por si no lo estaba, prosiguen el comunicado con su habitual jerga
“vasca”: “Este nuevo estatus se configuraría como un “concierto político”
homologable al vigente “concierto económico” y se estudiará en la ponencia del
Parlamento Vasco creado para analizar las fórmulas de reforma del actual
Estatuto de Gernika”. Y remata la jugada con la fórmula magistral que nos da la
clave del enigma: “Estaría encaminado a formalizar una nueva “forma de
vinculación” con el Estado español. O sea, que ya se consideran Estado de
facto.
Una
vez más hace presencia la “bestia insaciable” gestada por Arana y el carlismo
de peor estofa. Sabíamos que este Urkullu, tan formal como don Guido, antes o
después enseñaría la patita. Un tipo paciente sin duda. Ha esperado unos años,
bien cebado, claro está, esperando el momento preciso, y ese momento, al
parecer, ha llegado. No podemos dejar a los hermanos catalanes solos: hay que
hacer la pinza. Hay que aburrir a Rajoy, ahora que su popularidad anda por los
suelos con la corrupción, para dar otro paso hacia la liberación de
Euskalerría.
Los
mismos perros con distintos collares, siguiendo el dogma de Lluis Llac: “Si yo
la estiro un poco por aquí, y tú la estiras un poco por allá, seguro que cae”
(me refiero a la estaca). Es siempre la misma historia desde los reinos de
Taifas.
Como
siempre ha dicho Bono, se acabaron los privilegios de los que por ser vascos o
catalanes se creen mejores que los demás. Y, para ello, ¿por qué no empezar
haciendo que su voto valga igual que el de los demás ciudadanos españoles? Tal
vez así se acabe con el eterno chantaje al que vienen sometiendo al Estado cada
vez que éste necesita sus votos para gobernar.
Juan
Bravo Castillo. Domingo, 11 de febrero de 2018
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