SE CONSUMÓ EL GOLPE


            El pasado viernes 27 de octubre, a las 15.27, la presidenta del Parlament catalán, tras otro simulacro de votación, proclamaba le nacimiento de la República catalana, poniendo así fin a la “hoja de ruta” que se trazaron hace tres años. Concluía así una farsa, perfectamente ideada, por medio de la cual, un 30% de catalanes independentistas se imponía al resto del pueblo catalán.
            Por desgracia, el final tuvo muy poco de feliz, por más que los rostros de los antisistema y de los fanáticos que esperaban en la calle para celebrar el ansiado evento fingieran estar en la gloria. Lo auténticamente denotativo de lo que ocurría  eran los rostros de póquer de Puigdemont, Junqueras, los de los miembros de la mesa, y los del “Govern”, conscientes de lo que el Ejecutivo central, justo a esa hora, estaba cocinando en el Senado, nada menos que el artículo 155 de la Constitución. Y así, una hora más tarde hablaba Mariano Rajoy poniendo fin al sueño catalán: Cese del “Govern” en pleno, disolución del “Parlament”, cierre de las delegaciones diplomáticas, cese de los responsables del departamento de Interior de la Generalitat, intervención de los Mossos y convocatoria de elecciones autonómicas el 21 de diciembre. A todo lo cual había que añadir la prosecución de la acción de la Justicia contra todos aquellos que, como el President, han incurrido en delito de Rebelión.
            Todo un revés, cuando, si este mesiánico de Puigdemont hubiera aceptado convocar él mismo las elecciones el día anterior, siguiendo los consejos del prudente lehendakari vasco y el propio Artur Mas, su porvenir habría quedado bastante más claro. Pero no, tenía que aspirar a la corona del martirio movido por no sé qué delirios, o no sé que promesas con sus fieles, o con los de la CUP, auténticos motores, junto con los “Jordis”, de este golpe de Estado histórico, por mucho que tenga de esperpéntico.
            Todo cuenta a favor de España, empezando por el nulo reconocimiento de la República en Europa y los Estados Unidos. Pero eso lo sabían ellos, y sin embargo han llevado el choque del tren contra el muro de las lamentaciones, por más que, al final, hayan hecho todo lo que han podido por eludir sus responsabilidades, incluido hacer una votación secreta. Para esta gente la “pela” es asunto crucial.
            Sin embargo, y pese haber quedado las cosas bastante bien atadas aparentemente este fin de semana, persiste, tanto en Cataluña como en el resto de España, un temor grande, una desconfianza, una tensión que se palpa en el ambiente. No en vano sabemos que los soberanistas catalanes han venido jugando con el Gobierno central como el gato con el ratón desde hace meses, marcando la “hoja de ruta” y saliéndose una y otra vez con la suya gracias a su perfecta planificación, manejo de la propaganda, y organización. Por el contrario, sabemos que Rajoy ha hablado más que ha actuado, ha llegado casi siempre tarde al reclamo y se equivocó rotundamente en el primer simulacro de referéndum, y lo que es peor, en el del día primero de octubre, con el fallo añadido del modo en que la policía y la guardia civil cayeron en la trampa de los independentistas.
            Cada vez que desde Madrid se nos dice que todo está controlado, que no hay motivo de preocupación, lo menos que podemos hacer es preocuparnos, porque, para desgracia de España, pueden ocurrir cosas muy desagradables hoy lunes, cosas perfectamente urdidas con anterioridad con el objetivo de hacer perder los estribos a la policía y a la guardia civil, cuando se nos ha advertido desde Bruselas muy seriamente sobre el tema de la violencia. Y lo que es peor, ¡ellos lo saben! ¿Podrán controlarlos?


                                           Juan Bravo Castillo, lunes 30 de octubre de 2017  

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