SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL BARRO
Recuerdo que hace muchos años, mi
amigo Deogracias Carrión advertía que, debido a la sed pantagruélica de los
levantinos, en muy pocos años se iba a lograr el “milagro” de que el Tajo
desembocara en el Mediterráneo. Era un aviso a navegantes, nunca mejor dicho.
Hoy en día, tras lustros de esfuerzos por parte de la Junta de Comunidades de
Castilla-La Mancha, las cosas no han hecho más que agravarse hasta el punto de
provocar la ruina de los municipios ribereños de Entrepeñas y Buendía, que ven
cómo aquel magno proyecto del trasvase Tajo-Segura está suponiendo su ruina.
La pasada semana, como ya saben ustedes, se
confirmó lo que en los últimos días ya se daba por hecho: que el Ministerio de
Agricultura daba luz verde a un nuevo trasvase del Tajo al Segura de 20
hectómetros cúbicos a petición de los regantes levantinos; 20 hectómetros
cúbicos que dejan al límite los pantanos de la cabecera del Tajo –Entrepeñas y
Buendía– que en estos momentos están a tan sólo el 16% de su capacidad total.
El panorama para quienes se acercan
a contemplar aquellos, antaño, bellísimos lugares por los que discurría Cela en
su Viaje a la Alcarria, es poco menos
que estremecedor. El agua para los regantes murcianos y levantinos, el barro
para los lugareños, que ven con auténtica impotencia cómo el único bien de que
disponen se lo roban, condenando a todas esas tierras a seguir siendo pobres de
solemnidad.
Dentro de muy pocas semanas, si Dios
no lo remedia, las nieves y los hielos pirenaicos se fundirán y, otro año más,
veremos el lamentable espectáculo de las riberas del Ebro inundadas, y de nuevo
surgirá el lamento, al tiempo que las aguas suben y suben buscando
atropelladamente el Delta. Y otro año, muchos españoles de bien lamentarán en lo
más íntimo de sí mismos que Aznar no tuviera los redaños de llevar a cabo aquel
trasvase del Ebro al Tajo, evitando de ese modo ese dispendio destructor de
cosechas y campos. Pero, claro, había que respetar la voluntad de los
catalanes, no desairarlos. En este país, como vemos, la cuerda siempre se rompe
del mismo lado, y la injusticia es y seguirá siendo regla común, importándole
al Ministerio de Agricultura un bledo que el interior de España –Castilla la
Vieja y Castilla-La Mancha– sigan siendo un erial para que vengan los señoritos
a cazar, al tiempo que a sus habitantes sólo les quedará el recurso de irse a
servir cafés en la costa mediterránea. Excelente porvenir.
En vano el gobierno de Emiliano
García-Page pone una y otra vez el grito en el cielo tratando de sentar las
bases de unos mínimos razonables del nivel de los pantanos –imaginémonos el
desastre que puede suponer el hecho de que la primavera que se acerca sea tan
seca como el invierno en esta zona del Alto Tajo–. Como siempre asistimos al
eterno tira y afloja entre los dos grandes partidos en las Cortes de
Castilla-La Mancha, con la presidenta del Grupo Popular, Ana Guarinos, atizando
de lo lindo al Partido Socialista en el poder y tratando de sacar tajada
política cuando, en los años en que gobernó Cospedal, como en los años de Bono,
siempre asistimos a la misma cantinela. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo en
algo tan fundamental para nuestra región?
Es evidente que a los levantinos y
murcianos esta división les va como anillo al dedo –ya se sabe aquello del
“divide y vencerás”–, pero en lo que sí lleva razón Guarinos es que este
asunto, mientras Rajoy esté en la Moncloa, no se va a resolver a base de recursos
interpuestos. Es preciso hacer algo más; recurrir incluso a argucias a “la
catalana”, de lo contrario siempre nos quedará el recurso de sacar al santo
esta primavera, o el barro para
consolarnos.
Lunes, 20 de marzo
de 2017. Juan Bravo Castillo.
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