PAGE PRESIDENTE
Después de una dura lucha contra los
elementos y con la estimable e imprescindible ayuda de Podemos, Emiliano
García-Page accedía el pasado día 1 de julio a la presidencia de Castilla-La
Mancha, desbancando, quién lo dijera, a María Dolores Cospedal, que aspiraba a
perpetuarse en el sillón de Bono.
Ha cantado el mariscal, sin duda,
pero la cosa no es para echar las campanas al vuelo. El reto es grande, por no
decir inconmensurable, habida cuenta del desaguisado dejado por los últimos
años del gobierno Barreda –véanse, si no, las ruinas del aeropuerto de Ciudad
Real, aquella obra faraónica, o la ruina de la CCM– y por el de la propia Cospedal,
que han hecho retroceder nuestra región más de quince años.
Rescate del Estado de bienestar, sí,
por supuesto, pero también rescate de la moral pública, de la decencia, de la
fe en los políticos, que podamos mirarlos a la cara sin que nos de miedo o
tiricia. Basta de edificaciones suntuarias; basta de dilapidar dinero en obras.
Antes bien, luchar por la sanidad, por la enseñanza –en todos sus niveles–,
sacar a la juventud de su postración, crear puestos de trabajo dignos, y, sobre todo, limpiar el patio.
Son, reconozcámoslo, demasiados los rostros que asoman detrás y junto a Page
que no nos gustan nada; rostros que, muchos de ellos, han estado ocultos en sus
cuarteles de invierno desde que Cospedal ganó la Junta, por la mínima, pero la
ganó, y que hoy, ante la estupefacción de los viejos militantes, se aprestan,
cual auténticos palmeros y turiferarios, a dar el abrazo del oso al flamante
presidente.
Page no tiene más remedio, si quiere
recuperar la estima de parte de un electorado que fue a votarlo más por
eliminación que por adoración, que alejar de sí a tanto Tartufo que hizo de la
política un oficio durante el virreinato de don José Bono, y que hoy se
apresta, como don Guido, a repintar sus blasones y a reverdecer sus laureles.
No, no se trata de seguir poniendo
parches a cuanto se hizo mal, que fue mucho, sino de ofrecer un rostro nuevo,
una forma de hacer política nueva, un proyecto nuevo, cercano, ilusionante, con
el sacrificio de todos, por supuesto, pero con una dirección seria, eficaz y
eficiente, que retome del viejo socialismo aquellas virtudes que, en los
tristes años de Zapatero –otro que, tras tres años escondido, ha salido con su
sonrisa tonta como si no hubiera pasado nada–, se abandonaron por descuido,
negligencia o mala fe.
Eso esperan los viejos militantes –esos
mismos que hace tres años y pico se quedaron en casa un día de elecciones
porque no son de los que acostumbran dar cheques en blanco–, eso y mucho más,
y, desde luego, ello exige limpieza de las viejas sentinas, de las salas de
máquinas, y, en especial, liberación de las viejas cadenas y servidumbres, en
especial de esos “padrinos” que se siguen creyendo dueños, señores y fundadores
de la cosa. ¡Ya está bien! Ocho años y a casa.
Ya se sabe que pasar de las palabras
a los hechos no es fácil, y que una cosa es predicar y otra, bien distinta, dar
trigo, pero el desafío está ahí. Lo que le han dado, señor García-Page es una
oportunidad de oro que esperamos sepa aprovechar para, con los viejos valores
del socialismo, sacar a esta región de su postración y su anemia, y nos sitúe
en el puesto que nos merecemos por historia y por tesón. Y eso, no lo dude,
exige gente nueva, preparada y, sobre todo, no contaminada. Veremos.
Juan Bravo
Castillo. Lunes, 6 de julio de 2015
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