LA POBREZA INFANTIL
No basta con decir que estamos
saliendo de la crisis con la inverecundia del que piensa que repitiendo una
mentira mil veces terminará convirtiéndola en verdad. No basta con seguir
negando la tozuda y cruel realidad en la que se ha trocado España, donde un
tercio de la población ha pasado a ser una masa de excluidos para que muchos
piensen que se puede volver al statu quo de
antes del desastre. No basta con repetir slogans optimistas para edulcorar la
realidad para de ese modo ganar elecciones y seguir perpetuándose en el poder.
No, señores gobernantes de ayer y de
hoy, del PSOE de Zapatero que renunció a hacer políticas de izquierda para
favorecer a quienes no lo habían votado, y de PP actual que lleva dos años
gobernando con apisonadora sin importarle los “cadáveres” que va dejando tras
de sí.
Resulta patético que llevemos meses
y meses mareando la perdiz con la cuestión catalana y con el caso Gürtel, con Bárcenas y compañía, y que,
sin embargo, se pasen por alto problemas tan acuciantes y vergonzantes como el
de la pobreza en que ha caído una buena parte de la población española, y su
corolario, puesto al descubierto por el informe de Save the Children, alertando de que uno de cada tres niños
españoles vive bajo el umbral de la pobreza sin que las ayudas públicas
alcancen a más del 6,7 por ciento de afectados. Vamos hacia Bangla Desh ante el
cinismo de los que, haciendo uso de su patrimonio, se ponen a diario la venda
sobre los ojos esperando que papá Estado resuelva esa lacra.
Que esto ocurriera en África, en
Oriente, o incluso en países hispanoamericanos como Bolivia, o Argentina,
parecía plausible, pero que hoy nos enteremos que este país llamado España que
hace muy pocos años se parangonaba con China en su índice de crecimiento, sea
el segundo país de la Unión Europea, sólo por detrás de Grecia, donde menos
eficaces están siendo las políticas sociales para combatir la pobreza infantil,
en la que están en riesgo de caer ya 2,8 millones de niños, o sea, el 33,8 por
ciento de la población menor de edad, resulta francamente dramático y
asqueante.
Un Estado moderno que se precie no
puede tolerar esta situación más que alarmante. Hay necesidades vitales que no
se pueden obviar, pero de todas ellas la de proteger y velar por los niños
indefensos ha de ser vital, señor Rajoy. ¿Con qué sangre fría podemos salir de
nuestros hogares mullidos, conscientes de que a nuestros hijos nada les falta,
sabiendo que un tercio de esos “españolitos” –a quienes Antonio Machado ya
ponía en guardia hace casi una eternidad con aquello de “españolito que vienes
al mundo te guarde Dios”– van a ver su porvenir lleno de tinieblas desde su más
tierna edad.
Estamos ante lo que Andrés Conde,
director general de Save the Children
denomina un problema de Estado, una profunda brecha en la línea de flotación
del sistema. Porque aquí no valen las
excusas ni los pretextos: si no hay dinero, se busca, se detrae, se implanta un
impuesto especial, lo que sea, todo antes de seguir soportando esta vergüenza
social, mientras se nos hinchan los carrillos anunciando a los cuatro vientos
que lo peor ha pasado o está a punto de pasar, que “pronto se creará empleo
neto” y demás supercherías, cuando lo que en verdad seguimos viendo son
larguísimas colas de gentes desesperanzadas frente a las oficinas del INEM. ¿Con
qué rostro van a seguir pidiendo el voto estas próximas semanas los dos grandes
partidos para colocar a sus delfines en los escaños del Parlamento de
Estrasburgo? Esperemos, y deseemos, que el pueblo español, por fin, les sepa
dar una respuesta contundente. Veremos.
Juan Bravo Castillo.
Domingo, 27 de abril de 2014
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