MÁS VENENO DE EUROPA


            No sé gran cosa de economía, salvo la que nos están obligando a aprender a hachazos desde Bruselas, pero me precio de gozar de ese don que es el sentido común, que es probablemente el mejor termómetro para ir tirando por la vida. Pero está claro que unos cuantos descerebrados se han propuesto sacar de quicio incluso a los que nos jactamos de mantener el equilibrio. No cabe duda que con tipos como Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional, u Olli Rehn, vicepresidente de la Comisión Europea, sólo cabe, que habría dicho José Luis Sanpedro, la indignación, y más aún cuando observamos que ni siquiera respetan algo tan sacrosanto como es el mes de agosto.
            No sé si de mutuo acuerdo, o movidos por idénticos patrones, ambos anuncian medidas que son auténticos torpedos sobre la línea de flotación de la clase trabajadora española, como antes lo hicieron, en su condición de “Troika”, contra Grecia y Portugal, con los catastróficos resultados que conocemos. Se trata ahora de reducir un diez por ciento los salarios de los trabajadores, cuando ya hemos perdido la cuenta del poder adquisitivo que hemos perdido en cinco años.
            El rechazo ha sido generalizado, máxime cuando hace tiempo que les vimos la patita a estos dirigentes cuyos sueldos superan los veinte mil euros mensuales. Éstos no dialogan, pontifican, sentencian y no les importa llevarse por delante lo que sea. En vez de insistir en fomentar con euros la política de empleo, hacen recaer el paro, como antes el desbarajuste de los banqueros, en una clase media en trance de extinción.
            Es evidente, y así lo entiende cada vez más gente, que el objetivo de esta tropa es hundir la economía del  sur de Europa –en especial de la de aquellos países dóciles como la España de Rajoy– con recetas nefastas y venenosas. En vez de instar a este Gobierno pusilánime que tenemos a que apriete las clavijas a los insaciables banqueros –que, por cierto, no parecen dispuestos a devolver un euro de lo que recibieron–, a los ricos de solemnidad que de tal modo han engordado con la desgracia ajena, o a los que viven defraudando como pez en el agua, practicando la economía sumergida y manejando el dinero negro, Rehn y Lagarde exigen dar una vuelta de tuerca más a los grilletes del personal, aprovechando que hemos perdido hasta la capacidad de maniobra.
            La fórmula es bien sencilla: dar dinero gratis a la banca y sacárselo al contribuyente, generando así una terrible espiral que, aunque favorece y de qué modo al empresario explotador, que cada vez tiene que pagar menos a sus empleados, supone un gravísimo quebranto ya no sólo para los asalariados, sino incluso para los comerciantes y proveedores, porque díganme con qué y quién va a comprar.
            Aplicar esa fórmula, por lo demás, podría ser la “puntilla” para un Rajoy carente de credibilidad, estancado en sus problemas personales y en los de los suyos, abrumado con el tema de los sobresueldos e incapaz de tomar la iniciativa en Bruselas, en Berlín o incluso aquí, donde, debido a la gravedad de la situación, debería actuar con contundencia: poniendo impuestos especiales a los productos de lujo, haciendo aflorar el dinero negro que corre a raudales incluso recurriendo a penas de cárcel, urgiendo a los jueces a poner fin a la infinidad de casos de corrupción que nos asolan y obligando a restituir. Ya está bien que las cárceles sean para los de siempre.
            No le arriendo las ganancias que le esperan, señor Rajoy, este otoño que se nos viene encima, pero por favor, no siga defraudando a los millones de españoles que le votaron y que de tal modo se sienten engañados.


                                             Juan Bravo Castillo. Domingo, 11 de agosto de 2013 

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