DATOS INQUIETANTES



  
            No por esperados, y temidos, los datos recién hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el paro han encendido todas las alarmas en España, convirtiéndolo en el problema con mayúsculas que puede llevarnos a la debacle, mientras la insaciable canciller Merkel, en el Foro Económico Mundial de Davos, instaba a Rajoy a seguir ajustando las clavijas aún más al pueblo español. El colmo sería que nuestro presidente siguiera haciendo caso a este esperpéntico personaje cuya conducta, cada vez más próxima al nazismo en materia económica, amenaza con hacer añicos la obra de los padres fundadores de la Europa Moderna (véase, si no, la actitud de Cameron anunciando un referéndum en 2017 para posiblemente separarse de la Unión Europea, actitud propia asimismo de los británicos cada vez que la historia exige arrimar el hombro).
            Nunca en España se había llegado a estas cifras aterradoras de desempleo, que no llegan a los seis millones (sobrepasando el 26%), porque la desbandada del desaliento es cada vez mayor: por un lado los que van perdiendo toda esperanza y regresan a sus respectivos países, y por otro, los jóvenes hastiados y desesperados, la mayoría con formación superior, que salen de España dispuestos a ser explotados en Alemania, Holanda o en cualquier país nórdico satélite de Alemania, convertidos éstos  en magnates y dirigentes de este camelo en que se ha convertido la Unión Europea.
            Y es que, a las impresionantes cifras de paro, hay que añadir la agónica situación del paro juvenil –mayores de 25 años– que supera el 55%, o sea, cerca de un millón de chicos y chicas que ven como el mundo se cierra sobre ellos en tanto que los escándalos se multiplican y los chorizos de toda índole se llevan los millones impunemente. Y no digamos la aún más descorazonadora cifra de casi dos millones de hogares en los que todos sus miembros están en paro forzoso.
            Si estos datos infernales no son motivo para llegar a un acuerdo global entre los grandes partidos para sacar a España del atolladero, no sé qué habrá que esperar. Porque sin algo horroriza es ver cómo Rajoy es presa de una especie de resignación, no precisamente cristiana, que está a punto de convertirlo en estatua de sal, como la mujer de Lot. No cabe duda que este hombre está convencido de que el tiempo lo arreglará todo, y, vive Dios, que no es así; antes bien, puede que lo empeore. Urge tomar medidas, porque lo peor puede estar aún por venir. Se habla del tema como si bastara con esperar al segundo semestre de este año y a principios de 2014 para que las cosas empiecen a cambiar. ¿Quién lo garantiza? Nadie. Hay que actuar. No es suficiente, ni mucho menos, con prorrogar la limosna de los 450 euros a las familias en estado desesperado. Hay que exigir a la banca, a quien hemos sacado del pozo en que cayeron por deméritos propios, que abra el grifo del crédito y apoye la iniciativa privada, a los pequeños empresarios, etc., y si no, crear con urgencia una banca nacional que asuma esas responsabilidades. Hay que fomentar los contratos de prácticas entre los alumnos de Formación Profesional y Carreras técnicas, como se viene haciendo en Austria, donde, por cierto, no saben lo que es el paro juvenil. La imaginación al poder, señor Rajoy, el milagro de la primavera sólo acaece en los climas templados, y si no se siente con fuerza o con ilusión –consejeros no le faltan–, váyase antes de que el suelo se hunda bajo sus pies arrastrándonos a todos. Esto no se arregla con reformas laborales, al contrario, como estamos viendo, sino con grandes dosis de ingenio y decisión. ¡Qué oportunidad histórica está perdiendo, señor Rajoy! Lo malo es que aquí, como en todo, siempre pagan justos por pecadores.

                                    Juan Bravo Castillo. Domingo, 27 de enero de 2013    

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