AVISO A NAVEGANTES


 

 
            Bajo la aparente calma chicha de este extremadamente caluroso agosto, algo se cuece en la olla a presión. Todo parece estar atado, así al menos pretende Rajoy que lo creamos. Y, como si nada, se ha ido de vacaciones. Como lo ha hecho el rey. Y, sin embargo, se mueve, que diría Galileo.
            Y aquí tenemos al personal ensimismado con el olimpismo. Siempre el pan y el circo. Apariencia absoluta de normalidad. ¿Para qué preocuparse? ¿Para qué sufrir? Ya llegará septiembre y ese rescate “blando” que nuestro presidente nos tiene preparado simplemente para que el país pueda seguir tirando. Un rescate “blando” para no sembrar la alarma, para que nadie pueda exigir al Gobierno la dimisión en pleno por ineptitud. Todo es cuestión de terminología, de léxico, y ya sabemos que la derecha es experta en manipulación terminológica. Pero si alguien tenía dudas, ahí tenemos al Banco Central Europeo que el pasado jueves anunciaba lo que muchos ya sabemos, que el rescate conllevará una nueva bajada de sueldos, incluido el salario mínimo interprofesional. Lo dice Draghi, el muñeco de la Merkel, y así se hará con la voracidad que los caracteriza. Esta visto que estos dos sujetos están empeñados en empobrecer España en cinco años y ponerla a la altura de Argelia. 
            Pero, por si faltaba algo. Pocas horas antes del aviso intempestivo de Draghi, que no quiere que nos olvidemos de nuestra desgracia, un suceso sin aparente importancia se producía en Sevilla, protagonizado por el Sindicato Andaluz de Trabajadores, y a su cabeza el siempre polémico Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, irrumpiendo en sendos supermercados sevillanos y arramblando con lo que pudieron, en un gesto simbólico –y un tanto desfasado– de emular a Robin Hood.
            Como es natural, el acto, perfectamente orquestado, ha suscitado un rechazo generalizado por parte de la ciudadanía bienpensante y mucho más, claro está, de las autoridades, por el simple hecho de que, dadas las circunstancias en que vivimos, se siente un precedente harto peligroso para los que andan desesperados viendo cómo pueden llevarle comida a sus hijos.
            Evidentemente, este llamémoslo “robo” para no salirnos de tueste, no ha sido un acto fortuito, y eso deberían saberlo nuestras autoridades, sino un hecho muy pensado por los sindicalistas con el fin de ser detenidos y, desde la cárcel, hacerse oír entre quienes buscan desesperadamente soluciones a sus vidas. El truco es viejo, y cuando sale bien es de un efecto imprevisible.
            Mal hará, pues, el Gobierno si no ve en esta provocación de un sector de la izquierda un serio toque de atención de hasta qué punto amplísimos sectores de la población están a punto de salir a la calle. Y es que los errores, por parte del Gobierno, cada vez son más de bulto, y las injusticias más flagrantes.
            Apretar las clavijas como lo está haciendo Rajoy a las clases medias y bajas, con la excusa de que no hay otra solución, y permitir que muchos españoles, cobardemente, se lleven su dinero al Bundesbank, contribuyendo a hundir a su propio país y a favorecer a una Alemania que nos está machacando, no es de recibo. Y ello por no hablar de la amnistía fiscal que tan escasos resultados está produciendo y tantas ampollas está levantando. La doble vara de medir de Mariano Rajoy, con el beneplácito de los responsables políticos del desaguisado, puede tener gravísimas consecuencias. Hacer recaer olímpicamente el gesto del desastre originado por banqueros, especuladores del suelo y políticos ineptos, sobre los hombros de los que no tienen culpa alguna del desaguisado, sólo puede llevar al levantamiento y a la rebelión. No se puede seguir tomando el pelo a la inmensa mayoría del pueblo español, y dejar que la minoría de adinerados campe por sus respetos y termine de hundir al país, mientras tú te vas de vacaciones. Es inmoral, es lamentable y uno se ríe por no llorar.

Juan Bravo Castillo. Domingo, 12 de agosto de 2012  
                         

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