SALIR ADELANTE A COSTA DE LO QUE SEA




            Hay nervios en el Gobierno; se palpa en el ambiente, y no es para menos. Los del martes pasado –otro martes negro– fue un nuevo aviso serio de que todo parece haberse conjurado para hacer de España el nuevo muñeco del pin pan pun que hay que derribar como sea. Con el fantasma de la intervención ciñéndose sobre nuestras cabezas, la Bolsa hundiéndose, la prima de riesgo por encima de los 400 puntos básicos, y Sarkozy y Monti dándonos caña desde Francia e Italia, cada uno por diferentes motivos, el pánico invadió el escenario, hasta el punto de que Rajoy optó por salir del Senado por la puerta del garaje eludiendo, como alma que lleva el diablo, la presencia de los periodistas.
            Es evidente que no llevaba los papeles preparados  y aquí, en este Gobierno, nadie se atreve a decir esta boca es mía sin llevar previamente por escrito el mensaje para evitar meter la pata y agravar aún más la situación que echa chispas y que, por momentos, produce la desafección de muchos de los que a la desesperada votaron al PP creyendo que con la salida de José Luis Rodríguez Zapatero se produciría un milagro que, sin embargo, no llega.
            El miércoles, no obstante, y, en vista de las críticas generalizadas desde todos los puntos cardinales, Rajoy hizo acto de presencia cuando ya las aguas empezaban a volver a su cauce. Su comparecencia, con todo, resultó francamente digna del hombre moderado que lleva dentro, y con el que espera sin duda salir adelante en tan delicado momento. Sus palabras fueron templadas y convincentes –lástima, ya digo, que fueran leídas–, sensatas a más no poder, tratando no sólo de tranquilizar a la ciudadanía y a los acreedores, tan nerviosos ellos, sino también, y eso es lo esencial, para dar una lección de templanza a Monti y Sarkozy en sus reiterados ataques a España. 
            Es muy posible que sus palabras, sin acritud, callándose lo que seguramente le pedía el cuerpo, hicieran más efecto en estos dos líderes que si los hubiera llamado lo que realmente son. Lo único que, a mi humilde juicio, le faltó a nuestro presidente fue reprocharles a ambos su falta de miras europeas, su escasa grandeza como políticos, e incluso su irresponsabilidad, pues ellos bien saben que vamos en el mismo barco y, como muy bien dijo ese mismo día Felipe González –cuya enorme experiencia urge recuperar–, no hay dinero para intervenir a España, pero, de hacerlo, irremediablemente arrastraría a Francia y a Italia, con lo que el euro se iría al traste.
            ¿Cuándo tomará conciencia el tándem franco alemán que la tortura que vienen infligiendo a España, hundiéndola no sólo económica sino también moralmente, antes o después, o más bien antes, acabará volviéndose contra ellos? ¿O acaso no se dan cuenta de que, con sus urgencias, han hecho de España un navío en el que su tripulación no da abasto cerrando vías de agua, y así resulta absolutamente imposible gobernarlo y aún menos ponerlo en movimiento?
            De cualquier modo, Rajoy, con su mesura nos indica el camino a seguir: unión, pacto, no seguir arrojando piedras sobre nuestro propio tejado, y caminar todos juntos hacia la solución o hacia el abismo, tal es el riesgo, claro. Lanzarse continuas incriminaciones entre los partidos y entre las regiones, e incluso entre los correligionarios, lo único que puede hacer es precipitar los acontecimientos. Ahora más que nunca se impone tapar las vías de agua como actividad prioritaria. Lo demás es hablar del sexo de los ángeles, dado que, más que nunca, estamos en el ojo del huracán.

                                  Juan Bravo Castillo. Domingo, 15 de abril de 2012 

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