TEZANOS


      No tengo el gusto de conocer a José Féliz Tezanos, responsable de las macroencuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), salvo por los palos de todo calibre que le vienen propinando y de las descalificaciones de que viene siendo objeto, acusándolo de ser un paniaguado al servicio del Partido Socialista.
    Pero, que yo sepa, pocos o ningunos son los que han salido a desagraviarlo tras los últimos resultados electorales. Y es que, aquí, como en todas partes, es muy fácil tirar la piedra y esconder la mano, sobre todo a la clase política, acostumbrada a difamarse y luego irse a tomar unas copas, juntos y en amor y compaña.
    Y, para quienes crean que vacilo, les remito a la página 38 del miércoles 10 de abril, de este mismo periódico que tienen en sus manos. El CIS de Tezanos daba prácticamente, con ligeras variantes, y con veinte días de antelación, los resultados de las elecciones generales que acabamos de vivir. Incluso advirtiendo que había nada menos que un 40% de indecisos. 
     En dicho sondeo se anunciaba la victoria contundente del PSOE, en una horquilla entre 123 y 138 escaños. Como ya saben, se quedaron en 123 gracias al estirón de última hora de Pablo Iglesias en los dos debates televisados, que salvaron a Podemos del hundimiento, pasando de los 33-41 escaños que les daba la encuesta, a los 42 con los que aspiran a formar una coalición con Pedro Sánchez, en un intento desesperado de “tocar pelo” y “pisar moqueta ministerial”.
     Idéntico acierto en los resultados del Partido Popular, anunciando el descalabro electoral –que ahora intenta minimizar a toda costa– de Pablo Casado, ese mismo que entró en política como “elefante en cacharrería”, con el improperio en los labios, dispuesto a no dejar “títere en caña”. Naturalmente, cuando oyó que Tezanos le otorgaba entre  66 y 76 escaños, puso el grito en el cielo, diciendo entre otras muchas lindezas: “Todo esto me produce mucha risa porque es la multiplicación de los panes y los peces. La encuesta del CIS es un laboratorio culinario que ni Ferrán Adriá”. Pues bien, como saben, se quedó en 66 escaños justos, viendo, para su desesperación, cómo Ciudadanos subía de los 42-51 que anunciaba la horquilla, a 57; y Vox, de los 29-37, por suerte para el PP, se quedaba en 24. 
    Acertar con los grupos pequeños y con los nacionalistas e independentistas era más fácil; mas también aquí, y salvo pequeñas variantes, acertó en un 80%. Y, por acertar, hasta acertó de lleno en el índice de participación, equivocándose en una centésima; el CIS anunció un 75,8%; la realidad fue de 75,79%. 
      Insisto, no sé de nadie de la oposición que, luego de poner de chupa de dómine a dicha agencia, acusándola de parcialidad a favor de la formación en el poder, de absoluta falta de rigor y credibilidad, hayan entonado la palinodia, como corresponde a los señores. 
        Aquí parece que todo se olvida, prevaleciendo por doquier el “donde dije digo, digo diego”. Lo único que, como se puede ver, preocupa a don Pablo Casado, tras su exhibición de hombres enlutados la noche de marras, es anunciar a los cuatro vientos su cambio de estrategia, arremetiendo ahora contra Ciudadanos y Vox, en especial contra los segundos, a los que ahora sí califica de “ultraderecha populista”. Es evidente que si ha salvado la cabeza tras el monumental fracaso es por la inminencia de las elecciones municipales y regionales. Si no, no le habría valido. Por suerte para el PP, ahí tiene la figura de Alberto Núñez Feijóo, un hombre cabal y de ideas claras, que, tras sus dudas hamletianas en lo referente al paso que no se atrevió a dar, se perfila hoy como futuro líder de la derecha. Y es que la política es algo más serio de lo que algunos oportunistas creen.

                        Juan Bravo Castillo. Domingo, 5 de mayo de 2019  
            

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