CAMPAÑA DE BAJO NIVEL

               
            Nos lo temíamos. Y así está siendo. Nuestra clase política se ha vuelto de un perezoso insoportable. Incapaz de salir del tópico al uso, de la palabra gruesa y del quién da mas, nuestros mosqueteros van de mitin en mitin, convenciendo a los ya convencidos, aburriendo a los más y hastiando a quienes les gustaría que en este período electoral se abordaran los grandes temas pendientes en una nación que aspira a situarse entre las más avanzadas del continente europeo.
        Hubo hace años un joven aspirante a la presidencia de los Estados Unidos, John Kennedy, que tuvo el valor, al igual que Churchill, de preguntar a quienes tenían que votarlo qué podían dar ellos al país, en vez del habitual qué es lo que el país que yo dirijo os va a dar, aunque luego no haya nada, o muy poco, que dar. 
     Habría que tener muchos bemoles para hacer eso en España, cosa hasta cierto punto normal, habida cuenta del saqueo al que, desde hace años, está siendo sometida la clase trabajadora y del escasísimo ejemplo que, a lo largo de la historia, y aún menos desde que se inauguró la democracia, han dado los pudientes, los que superan la barrera del sonido y se acostumbran a vivir por encima del bien y del mal.
        Ahora bien, aunque los tiempos no estén para frivolidades ni heroísmos, y aunque sepamos bien que es imposible pedir peras al olmo en una España donde nuestros dirigentes acostumbren tratar al ciudadano como párvulo – ya saben aquello del “Lebrijano”: “Con cuatro palabritas finas…”– a la hora de calentarlo y llevarlo a votar en masa el día de los comicios, insisto que convendría, para bien del país, abordar decididamente temas cruciales, como son: el de recuperar a la depauperada clase media, que viene pagando los platos rotos desde hace más de una década, hasta el punto de pasar del 60% de la población al 48%, lo cual no puede menor que considerarse gravísimo; el de obligar al empresario a pagar sueldos dignos a sus trabajadores, tumbando, o modificando, de una vez la reforma laboral; el imprescindible e irrenunciable tema de ofrecer una rentas mínimas a las familias mas vulnerables; el no menos importante de establecer un servicio social de entre tres y seis meses a los jóvenes con el fin de concienciarlos sobre el mundo en que viven; el no menos urgente de poner coto a las cada vez más escandalosas diferencias entre la regiones, y, finalmente, el de luchar decididamente contra la evasión fiscal y contra aquellos que disfrutan del estado del bienestar, pero que no dudan en esconder sus fortunas en los paraísos fiscales. España es un país que, de no ser por la insolidaridad de los defraudadores y la falta de dignidad de determinados individuos acaudalados, podría funcionar sin déficit y hasta con superávit. Pero es evidente que hay dos males endémicos en nuestra historia que hay que combatir a muerte: el desempleo y el viejo hábito de dejar que el peso del Estado lo soporten los trabajadores con nómina.
      Son estas cuestiones las que deberían afrontar los que aspiran a dirigir la pesada nave del gobierno de España. Ya está bien de utilizar a los independentistas catalanes y hasta de resucitar el fantasma de ETA para propagar el miedo; ya está bien de envolverse con la bandera de España; ya está bien de salvapatrias y del novio de la muerte, y de nostalgias y de iniquidades. Una campaña basada en el odio, la crispación  y la descalificación como la que venimos soportando es más propia del Yemen que de una nación europea. Es evidente que el ingenio y la imaginación son virtudes que rara vez han adornado a nuestra clase política, pero ya está bien de tomarnos por necios y gentecilla de tres al cuarto, fácilmente manipulable, para conseguir un fin, que no es otro que la conquista, así a secas, del poder, y luego, si te he visto, no me acuerdo. Parece mentira que verdades como éstas sigan sin verse. Esperemos que los debates que se nos anuncian para esta próxima semana aporten alguna luz, aunque mucho me temo que el gran beneficiado de los mismos sea Vox, o sea, justamente el grupo que no va a estar presente.

                                    Juan Bravo Castillo. Domingo, 21 de abril de 2019     
             




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