CERO EN CONDUCTA


            Mientras el independentismo catalán se encarga de empañar más y más la imagen de España en el mundo entero ante la impasibilidad de los que deberían asumir la responsabilidad de contrarrestar semejante deterioro y se limitan a dejar que los jueces les resuelvan unos problemas que tienen mucho de políticos, el bochorno de la falta de clase cunde desde la Monarquía a las Instituciones.

            Hay semanas negras, y ésta, qué duda cabe, deja atrás a muchas ya vividas, hasta el punto que lo único que parece seguir vivo es el fútbol, que sigue dando alegrías a escala planetaria. Lo demás, como decía el castizo, cero patatero. Cero en conducta para la bochornosa actuación de la reina Letizia, ofreciendo su verdadero rostro a la salida de la catedral de Parma, el pasado domingo de resurrección, en una imagen que ha dado la vuelta al mundo. Todo un espectáculo digno de una auténtica plebeya, demostrando que, donde no hay clase, antes o después se termina lavando los trapos en público.

            Cero en conducta para doña Cristina Cifuentes y para la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, que están dando un espectáculo barriobajero, dejando entrever, la institución académica, la cantidad de suciedad que la universidad española –unas más que otras, por más que en todas cuezan habas– almacena bajo las alfombras, en especial cuando la política se introduce en sus costuras más íntimas; y doña Cristina, la inverecundia que se puede alcanzar cuando un ser humano se emborracha de poder y se cree por encima del bien y del mal, olvidando que si hay algo que una persona que se precie puede y debe mantener es su dignidad.

            Cero en conducta para un PNV chantajista, desconsiderado y oportunista, amén de insolidario, que, en nombre de una pseudodignidad muy “sui generis”, fustiga, en el Aberri Eguna, la aplicación del 155 en Cataluña, cuando todos sabemos que lo que en realidad le ocurre es que tiene miedo de que a los nacionalistas vascos, un día les pueda pasar lo mismo: Ya se sabe aquello de cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar. Y mientras tanto, como digo, viva el chantaje, dejando caer unos miles de milloncejos de euros en sus arcas desbordantes con el tan injusto concierto vasco.

            Y cero en conducta para un Gobierno inoperante que las ve venir y las deja pasar, acongojado de ver que Ciudadanos parecen inevitablemente comerles la tostada, ellos que, hasta hace cuatro días, eran los advenedizos naranjitos de Rivera. Un Gobierno incapaz de sacar unos presupuestos generales adelante y lanza, con auténtica mala fe, continuos órdagos a diestro y siniestro, pidiendo unos votos que bien sabe que no se le pueden dar.  Insisto en que cuando a Rajoy le pase revista la Historia, esa que jamás perdona, el resultado va a ser penoso. Todo se desmorona a sus pies, y él, so pretexto de que la economía tiene ritmo ascendente –para los pudientes, claro está–, deja, impertérrito, que la imagen de nuestro país se venga abajo, como dejó que el número de independentistas catalanes casi se triplicara en cinco años.

            Una auténtica pena. Y es que si algo sobra en España es ambición, en individuos a quienes convendría regalarles un espejo y un bufón como tenían los Austrias, para que les dijeran con toda libertad lo que piensan de ellos. Y si algo falta es preparación, esfuerzo, lucha y honestidad. No es de extrañar que, de Pirineos afuera, media docena de catalanistas, con mucha “pela” desde luego, nos las estén dando todas en el mismo lado, siguiendo la tradición de aquel malhadado Antonio Pérez, el primer traidor de guante blanco, despechado y lleno de odio contra España, que a finales del siglo XVI dio pábulo a la Leyenda Negra que hoy algunos sacan de sus cenizas con auténtico deleite.



                       Juan Bravo Castillo. Domingo, 8 de abril de 2018       

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