LOS BALANCES DE RAJOY



            Escuchando a don Mariano Rajoy el pasado viernes 29 de diciembre hacer balance del año 2017, uno se explica perfectamente por qué Albert Rivera le va limando votos continuamente no sólo en Cataluña –donde ha dejado al PP a dos velas–, sino también en el resto de España, donde el “efecto Arrimadas” se hace cada vez más notar.
        La autocomplacencia de la que este hombre hace continuamente gala, su falta total de autocrítica, su forma de ver al interlocutor que tiene enfrente como un ser limitado y, como tal, absolutamente crédulo, no pueden menos de irritarnos. Decir, con absoluta convicción, que la recuperación económica está cada vez “más presente en la vida de los ciudadanos y no son sólo cifras macroeconómicas” es para sonreír, si el asunto no fuera de un trágico cada vez más acusado. Subir el salario mínimo en 40 euros, o subir el 0,25 % en las pensiones de nuestros jubilados produce, al parecer, estos efectos de euforia en nuestro presidente de Gobierno. Y todo ello ante la complacencia de sindicatos y patronal, encantados de conocerse a sí mismos.
            Huele todo a tomadura de pelo, incluida la tan cacareada creación de puestos de trabajo, de los que el 90% son de carácter temporal, puramente estacionales y precarios, volátiles hasta extremos inauditos, mal pagados, y que apenas permiten a los jóvenes hacer un plan de vida de cara al futuro. La generación mejor formada de la Historia, y la peor tratada, considerada y pagada. ¿Son ellos los que se van a encargar de pagarnos a los futuros pensionistas? Monsergas.
            ¿Cómo son posibles semejantes complacencias con la patronal, que cada vez se asemeja más a la rana que estalló de regusto, y con los rentistas, cuando los sueldos de los trabajadores llevan años prácticamente estancados y perdiendo poder adquisitivo, convirtiendo, incluso a los que tienen la suerte de tener un puesto de trabajo, en pobres, al tiempo que se permiten subidas de precios anuales como las que acaban de producirse el primer día de enero?
            ¿Hasta cuándo y hasta dónde va a llegar la devaluación de los salarios y pensiones? En tanto que en la Europa occidental, de la que formamos parte, todo crece a ritmo normal, aquí, donde día sí y día no aparece un turiferario lanzando soflamas y repitiendo machaconamente que somos el país de la Comunidad Europea que más crece, la realidad es que pintan bastos, y va para diez años.
            Nada extraño, pues, que los incondicionales del PP, que eran un tercio de la ciudadanía, estén a punto de convertirse en un cuarto del electorado, pasando a las huestes de Ciudadanos, que, de seguir así las cosas, puede erigirse en el nuevo Macron de España. Como siempre, Rajoy lo fiará todo a la carambola, o a la división de la izquierda, que tan bien le ha ido, pero, de seguir así las cosas, que no le quepa la menor duda que terminará probando su propia medicina.
          Ya basta de utilizar el grave problema catalán para ocultar las enormes deficiencias del sistema, los múltiples errores en que el Gobierno está incurriendo, empezando por la práctica desaparición de la caja de las pensiones. No les quepa la menor duda de que el día en que se haga balance objetivo de estos años, los historiadores los situarán entre los peores del conservadurismo español; años perdidos, años malgastados por falta de coraje y de equidad; años de terribles sacrificios para el asalariado español, cuya tragedia se inició al tolerar como se toleró la reforma laboral cuyos nocivos efectos a la vista están, por más que presuman Rajoy y los suyos.
                                       Juan Bravo Castillo. Lunes, 8 de enero de 2018

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