TIEMPO DE INJURIAS


            El Congreso de los Diputados, antaño templo de modales y de oratoria fina, se ha convertido hoy, en covachuela de baja estofa, donde gentes que no merecen el calificativo de lo que pretenden ser, o sea diputados nacionales, gritan, insultan, injurian, e incluso practican performances propias del circo.
            Últimamente, en efecto, hemos visto de todo, desde insultos lanzados por una diputada del PP contra los que trataban de hallar un salario digno, diciendo “¡Que se jodan!”, a Pablo Iglesias arremetiendo contra Felipe González y sus manos llenas de cal viva. Pero dentro de estas continuas competiciones de histrionismo, nadie como el portavoz adjunto de ERC, Gabriel Rufián, que, en el colmo de la inverecundia, aparecía en el Hemiciclo el pasado miércoles esgrimiendo unas esposas contra Rajoy y una camiseta en la que aparecían los exmiembros del Govern encarcelados, remarcando que mientras la Policía y la Guardia Civil “les molieron a palos” en el referéndum ilegal del 1-O, los independentistas molerán “a votos” al Gobierno el 21-D”.
            Lo que este trágico bufón en que se ha convertido Rufián no se ha dado cuenta es que es él quien se ha trocado en símbolo de una parte de Cataluña que lo está perdiendo todo a marchas forzadas, desde la batalla independentista a los más elementales modales, en una carrera desaforada por insultar y denostar a lo que, mal que bien, sigue siendo su país.
            Y es que, si la batalla desnortada iniciada por el prófugo Puigdemont en Bruselas, junto con sus cuatro fieles exconsellers, es un perfecto manual de injurias contra la tierra que lo vio nacer –una tierra de franquistas, donde todo está amañado, incluida, claro está, la justicia; una tierra donde se practica la tortura, se coacciona, se explota a Cataluña y a Euskadi, y se vive a costa de ellos; una  tierra represora y de la que hay que exiliarse para poder lograr esa ansiada libertad que allí no existe–, ¡qué decir de la nueva pitonisa de ERC, Marta Rovira, una mujer de “armas tomar”, desde el momento en que Oriol Junqueras, que ora et labora en prisión –y digo que ora en sentido literal puesto que va de cristiano ejemplar– la ha elegido como posible candidata a reemplazar a Puigdemont como posible presidenta de la Generalit–¡
            Pues bien, esta dama, con rostro de colegiala, haciendo caso omiso de las normas cristianas de las que se jacta su padrino Junqueras, entra en precampaña electoral, ya no sólo mintiendo como una vulgar pícara Justina, sino, lo que es peor, injuriando a España de una manera insidiosa, y demostrando lo que nos espera en esta segunda fase del Procès que sin duda nos viene encima. A partir de ahora es más que posible que todo valga, que no haya líneas rojas y que, por un voto, los haya que estén dispuestos a vender su alma al diablo. Decir, como dice la secretaria general del ERC, que el Gobierno de Rajoy amenazó al Govern de la Generalitat cesado con “violencia extrema”, “con muertos en la calle” si, tras el referéndum del 1 de octubre, no ponía fin al proceso independentista. “Y que, de no hacerlo, habría sangre, porque no dudarían esta vez en cambiar las pelotas de goma por procedimientos más claramente contundentes, es una auténtica canallada impropia de un político con honor.        
         Mucho me temo que lo que nos venga sea aún peor que lo que va quedando atrás. ¿Se imaginan lo que puede ocurrir si esta chusma antiespañola logra superar en escaños, aunque sea por muy pocos, a la facción constitucionalista? Esperemos que gentes como Rufián, Marta Rovira, Forcadell y Puigdemont no nos quiten la moral, en especial, de cara a Europa. El problema son los que, como Iglesias y Colau, juegan “a río revuelto, ganancia de pescadores”.


                                           Juan Bravo Castillo. Lunes, 20 de noviembre de 2017

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