HOMENAJE A CERVANTES


            Consciente muy posiblemente, como todas las mentes lúcidas de su época, de que España se había apartado definitivamente de la modernidad dando su espalda a Europa y encerrándose en sí misma, Miguel de Cervantes fallecía el día 22 de abril de 1616, en su casa de Madrid, en la calle del León, sólo unos días después de la muerte del otro gran genio de su época, el inglés William Shakespeare, al que nunca conoció.
            Han pasado cuatrocientos años de aquella efeméride. Como ocurrió con el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, en 2005; o con la de la segunda parte, el pasado año, la avalancha de publicaciones, artículos, congresos, coloquios, etc., por no hablar de los ambiciosos programas turísticos manchegos, no ha dejado de crecer. Libros, unas veces oportunistas con ánimo de hacer caja; otros producto de cervantistas de corazón, ávidos de expresar matices nunca abordados de la extensa producción de Cervantes, se suceden en los escaparates y anaqueles de todas las librerías españolas y aún extranjeras.
            De entre estos últimos, por su novedad, originalidad y atrevimiento me he permitido traer aquí a colación el que Graciano Armero Berlanga, reconocido cervantista, acaba de sacar a la luz con el título Asamblea plenaria. Juicio a Cervantes, sin duda un homenaje en toda la línea a nuestra autor.
            Un poco como ya hicieran Miguel de Unamuno, en su novela Niebla, o el italiano Pirandello, en su célebre drama Seis personajes en busca de autor, Armero Berlanga, con una osadía que sólo puede permitirse un auténtico conocedor de la totalidad de la obra cervantina, imagina una asamblea multitudinaria en la que los personajes a quienes su autor inmortalizara hace cuatrocientos años, reencarnados, se proponen “sentarlo en el banquillo de los grandes ante el intangible tribunal de la vida, de la historia y del arte”. Un tribunal en el que el gran Sancho Panza, perfectamente curtido tras su experiencia en la ínsula Barataria, ejerce de Presidente, en tanto que Cide Hamete Benengeli oficia de secretario.
            Sin acritud, con auténtica bonhomía y envidiable elocuencia, van tomando la palabra uno a uno los protagonistas de las ficciones ideadas por Cervantes, evocando sus aventuras y sacando a colación los temas más controvertidos: lecciones de historia, de feminismo, de tolerancia, de democracia; todo cuanto, más o menos explícitamente, se permitió abordar en sus obras este humanista genial.
            Ningún modo mejor de rendir tributo a Cervantes en su aniversario que esta magistral lección cervantina al más alto nivel, amena, didáctica, entretenida, audaz y a menudo genial. Un libro para gozar; un libro que es puro gozo, y que sin duda deleitará al lector que, como un personaje más, se anime a introducirse de rondón en tan vasta asamblea, dejándose contagiar por el entusiasmo perceptible en cada rostro.
            Un libro, insisto, que sólo un ilustre cervantista, profundo conocedor de la obra completa del autor del Quijote, ha podido llevar a cabo, haciendo realidad fehaciente la frase, puesta aquí en los labios de Tomás, el licenciado Vidriera, según la cual, “la literatura es el único lugar donde podemos afirmar que los milagros son de verdad”. Sentencia que me atrevería a completar con esa otra, no menos hermosa, de Shakespeare, que dice que “la vida es la tela en que están  hechos nuestros sueños, y nuestra vida termina en su sueño”. Sueño, y muy hermoso por cierto, el que Graciano Armero urde en esta Asamblea plenaria que acaba de ver la luz.

                                              Lunes, 25 de abril de 2016.  Juan Bravo Castillo











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