TENEBROSO PANORAMA


                                 



            La torpeza del ministro de Defensa, Pedro Morenés, no es sino un eslabón más en el cúmulo de errores que el Gobierno de Rajoy viene cometiendo cada vez que aborda el más que delicado affaire catalán. Sostener, como hacía Morenés el pasado martes, que las Fuerzas Armadas no intervendrán en Cataluña “si todo el mundo cumple con su deber”, conlleva implícitamente que, “de no cumplirlo” –cosa más que previsible–, “intevendrían”. Torpeza descomunal de un hombre al que no hay más que verle la cara para comprender que no es precisamente de los que se andan con chiquitas.
            Como decíamos, Morenés no ha hecho más que avivar un fuego que la mayoría de los dirigentes del PP vienen propagando con el consiguiente alborozo de Artur Mas, Oriol Junqueras, los de la CUP y compañía, que ven cómo su clientela se incrementa merced a la actitud autoritaria e incomprensible de un partido gobernante, incapaz de advertir el alcance del incendio que arrasa Cataluña, y al que únicamente opone “la ley” –así a secas–,  cuando desde un principio debió de haberse hecho uso de la diplomacia “a la británica”, esa misma que a diario viene utilizando Junqueras –líder, por cierto, más valorado–, perfectamente compenetrado, de momento, con Mas: uno, la diatriba y la porra; el otro, el bálsamo propio del lobo revestido con piel de cordero.
            Y así, error tras error, antaño de Zapatero y hoy de Rajoy, llegamos a ese más que delicado 44% de partidarios de la secesión. ¿Acaso no hay consejero áulico que sea capaz de convencer al Presidente que resulta esencial movilizarse y convencer a los indecisos antes de que éstos se dejen seducir por los cantos de sirena de los empeñados en sacar a Cataluña de España y, de rebote, de Europa?
            ¿Cómo es posible que este hombre de escasísima cintura, bien es cierto, no sea capaz de ver que mientras que en Cataluña hay ese porcentaje aproximado de ciudadanos anclados en el independentismo, inamovibles hoy día; y otros tantos justo en la posición contraria, ciudadanos que no quieren ni oír hablar de una Cataluña fuera de España, justo en medio hay un colchón, mucho más pequeño, pero esencial, en torno a un 15% de ciudadanos, los eternamente dubitativos, los que no votan, por lo general, más que en las elecciones generales, los que, sin embargo, deciden cuando van a las urnas? Y es justo a ésos a quienes hay que seducir, como tratan de hacer, un tanto tibiamente, desde luego, el PSC, Ciudadanos y Podemos, con propuestas concretas, con planes de futuro, con hábiles negociaciones tendentes a hallar una fórmula de encaje los suficientemente satisfactoria para que Cataluña se sienta a gusto en España y se vaya apagando la hoguera que tanta torpeza ha generado.
            El asunto no es nada fácil, y acaso sea, en muchos aspectos, demasiado tarde, esperemos que no, sobre todo si los políticos constitucionalistas son capaces de hacer despertar a los ciudadanos de las poblaciones del cinturón de Barcelona, obreros y trabajadores que más de una vez han decidido el resultado de las elecciones, y que, en su mayoría, permanecen ajenos al delirio independentista. Lo que hoy, más que nunca, hay que impedir, sin embargo, son los gestos provocativos de los Morenés de turno, gestos de pura fuerza que, para uno que asustan, dos se sienten soliviantados. Inteligencia y finezza son, que diría Maquiavelo, las armas a utilizar en esta brega, cosa de la que de Pirineos abajo raramente se echa mano, en especial desde los tiempos de Fernando el Católico. Ahora, de cara al 27-S,  resultan esenciales.
                                 Juan Bravo Castillo. Lunes, 14 de septiembre de 2015

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