SE ABRE EL TELÓN
Nunca
como ahora, ni siquiera en los tiempos de la UCD y el PC, se había llegado a una situación tan
apasionante, políticamente hablando, como la que acaba de iniciarse en estas
elecciones autonómicas y municipales. Cuatro partidos a tumba abierta, en una
lucha sin concesiones, unos con escasa ventaja con respecto a otros, pero todos
con posibilidades. Dos viejos conocidos, y otros dos advenedizos nacidos al
calor de los tremendos escándalos que han asolado el escenario político español
en estos años de crisis.
Las
encuestas con las que se ha abierto el telón de la campaña electoral no dejan
lugar a dudas: un PP con ligera ventaja con respecto al PSOE; un Podemos que
parece perder fuelle desde la salida de Juan Carlos Monedero, en beneficio de
Ciudadanos de Albert Rivera, formación que parece dispuesta a hacer bueno el
dicho de “todo es bueno para el convento”, recogiendo votos de aquí y de allá,
y generando unas expectativas inusitadas como bisagra en muchos frentes
electorales.
Ante
este panorama, el PP, el gran amenazado, con un Rajoy dispuesto a sacar pecho y
a hacer de necesidad virtud, empieza a echar la casa por la ventana, haciendo
promesas por doquier, que no podemos menos de poner en cuarentena, habida
cuenta de las que hizo solemnemente en los pasados comicios generales y que, a
la hora de la verdad, se las llevó el viento.
La
realidad, la triste realidad, es que, por mucho que se reitere que la economía
se recupera, que somos el país de Europa que más crece y que más va a crecer en
los próximos años –cosa que está por ver–, el pueblo llano no levanta cabeza,
las clases medias no salen de su letargo, y, naturalmente, las clases altas
siguen acumulando los réditos consiguientes a esa recuperación, fruto, sobre
todo, del brutal descenso de los salarios. Ponerle el cascabel al gato no es
nada fácil, sobre todo porque quienes diseñaron la jugada desde las alturas lo
hicieron con destreza milimétrica. Hoy, en tanto que constatamos el alto
porcentaje de poder adquisitivo perdido desde el inicio de la crisis –en torno
al 25%–, el ministro De Guindos anuncia un aumento de salarios en torno al 1,5%
de media entre 2016 y 2018: o sea, que a finales del 18 estaríamos donde
estábamos en 2009, por más que para entonces, previsiblemente, la vida se habría
encarecido otro diez o quince por ciento más. Es como la tortuga y Aquiles,
pero con sorna. ¿Cómo se puede tomar el pelo al personal de semejante modo con
la vil excusa de que hay que mantener la competitividad? Competitividad a costa
de salarios de hambre y de aumentar indefinidamente el desfase entre ricos y
pobres.
Y
a todo esto siguen los escándalos puntuales, como el de Alfonso Rus, alcalde
popular de Xátiva y Presidente de la Diputación de Valencia, cogido en flagrante
delito, contando billetes cual vulgar ladrón, y que, seguro de sí mismo, se
aferra a su sillón, amenazando con presentarse de nuevo al Consistorio de
Xátiva aunque sea con una formación nueva, y no sería de extrañar que se
repitiera lo ocurrido en Andalucía tras el escándalo de los ERES. Se entiende
que el desaliento se extienda cada vez más entre las gentes de bien,
escandalizadas de ver cómo, pasada la marea, los jueces exoneran a los
delincuentes, como es el caso, esta semana, de once usuarios de tarjetas black,
o no se atreven a meter entre rejas a delincuentes de guante blanco como Rato,
Blesa o Undargarín.
Juan Bravo
Castillo. Lunes, 11 de mayo de 2015
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