CATALUÑA REACCIONA



            Dentro del marasmo político catalán, que anuncia lo peor, voces discordantes parecen por fin dejarse oír, aun a riesgo de ser estigmatizadas por los que, fanatizados hasta limites impensables hace tres años, sólo aspiran a la conformación de un nuevo Estado catalán, del que quedarían excluidos todos aquellos que no estuvieran dispuestos a seguir el juego nacionalista.
           Consciente de la burda maquinaria que, desde la Generalitat, viene actuando en los centros docentes y en la sociedad catalana en general a modo de apisonadora desde hace años, y que, fruto de lo cual, lo “español” es lo viejo, lo caduco, lo retrógrado, lo superado, la España negra, vamos, y que, por consiguiente, lo moderno, lo nuevo, lo revitalizante es optar por la escisión radical, sin tener en cuenta el pensamiento ajeno, un grupo cada vez más consolidado de voces discordantes –el movimiento Sociedad Civil Catalana–, defensor de los principios constitucionales, trata de hacer valer su posición de que “hay otras formas de ser catalán”, lejos del pensamiento único, catalanista y españolista unidos, dos términos que lejos de resultar antagónicos, pueden potenciarse entre sí en la España de la  Unión Europea.
      El citado movimiento, conformado por gentes procedentes de casi todos los sectores políticos, excepción hecha de los de extrema izquierda, demuestra un gran coraje y una fuerte dosis de responsabilidad, en un momento en que el sentimiento general instaurado en la práctica totalidad de Cataluña, es que los que no abogan por la independencia son considerados proscritos, viéndose obligados a asumir a diario continuas actitudes de desprecio, incluso en el entorno familiar, con el consiguiente riesgo de ser ineludiblemente marginados o incluso expulsados de su entorno o hasta del empleo que ostentan. Una situación que nos recuerda, y de qué manera, épocas afortunadamente superadas de la historia de España y de Europa.
           Su mensaje, como vemos, es el de demostrar que no por ser catalán y español se es menos catalán, como muchos se empeñan en mantener. El movimiento Sociedad Civil Catalana, colectivo formado por profesionales de distintas áreas, no sólo insta a Mas y a los suyos a que profundicen en el diálogo con el Gobierno central, sino también a apostar por el proyecto europeo, en vez de pasar por el riesgo de quedar, como nación segregada, separada de la Unión Europea y del euro, un auténtico disparate.
       Se trata, como vemos, de la reinstauración de la razón y la lógica frente a la locura separatista de Ezquerra y CIU, lanzados a una aventura de imprevisibles resultados, y de la que, en modo alguno se puede esperar nada bueno ni para unos ni para otros. Aparcar la razón de la sinrazón en un mundo en que a menudo se ha hecho un uso nefasto de las competencias otorgadas a las comunidades históricas, que en su día se prestaron al juego impuesto por la España descentralizada, pero que, como no podía ser de otro modo –entre otras cosas porque tal es el veneno que incuban en su seno los malditos nacionalismos decimonónicos, tan superados ellos– terminaron por salirnos rana. De ahí la importancia primordial que tiene resolver este problema de una vez para siempre y sin perjuicios para nadie, máxime porque, detrás de la cuestión catalana, late con fuerza, y con qué fuerza, la cuestión vasca, y aún otras que podrían surgir por aquello de la mimesis. Confiemos, pues, que a lo largo de  este verano, esta corriente pueda contrarrestar la locura de Mas, presa ya definitivamente de los vértigos de la Ezquerra de Jonqueras y de la fanatizada Asamblea Nacional Catalana.

                                     Juan Bravo Castillo. Domingo, 18 de mayo de 2014

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