MÍRELOS A LOS OJOS, SEÑOR HERNÁNDEZ MOLTÓ


            Mírelos, por favor, mírelos a los ojos señor Hernández Moltó; mire a los ojos a los mil trescientos treinta y dos empleados de esa Caja de Castilla-La Mancha que destruyó usted con el apoyo inestimable de su vicepresidente Federico Rodríguez Morata y la venia de los dos sucesivos presidentes regionales: don José Bono y don José María Barreda. Sea usted valiente y ejemplar, haga lo que tan arrogantemente le pidió que hiciera, delante de toda España, a don Mariano Rubio, director del Banco de España.
            Ya sé que se está mejor oculto y a buen recaudo, sin decir ni pío, esperando que escampe, que el público se olvide del tremendo desaguisado. Eso lo sabe usted muy bien, como lo sabe Rodríguez Morata, que no se atreve a salir de su despacho universitario, ni José María Barreda, bien blindado en el Parlamento, buscando árbol al cual arrimarse; ni José Bono, en su refugio de Salobre, reinventando su historia y los sucesivos cotilleos e indiscreciones para luego sacarse su buen sobresueldo.
            Pero la realidad es que la bomba, por ustedes activada, ha estallado, como no podía ser de otro modo, llevándose por delante a 900 de los 1.332 empleados de la Caja de Castilla-La Mancha, que habían dedicado su vida, su ilusión y su esperanza a esta institución, desde las ocho de la mañana  hasta las tres de la tarde de lunes a viernes, y muchas tardes, y muchas horas a destajo.
            Ellos, como tantos otros ingenuos, creían firmemente que, ustedes, los políticos se encargaban de velar por sus vidas, por su bienestar y el de sus familias; pero he aquí que al final se han dado cuenta de la enorme farsa en que han estado viviendo años y años, con esta cuadrilla de administradores que, mientras ellos se dejaban la piel, se encargaban de dilapidar el dinero de los depositarios en empresas faraónicas, caprichos y demás proyectos quiméricos, todo con tal de sacar votos y seguir perpetuándose en el poder. Y ahora, claro, los que pagan, y de qué modo, son ellos.
            Me cuentan que el pasado lunes los había, con más de treinta años de servicio a cuestas, que lloraban de amargura e impotencia al ver cómo, a 660 empleados,  se aplicaba la suspensión a sus contratos en los seis próximos meses, fruto del Expediente de Regulación  Temporal de Empleo (ERTE) de Liberbank. Seis meses en el dique seco, más otros 660 que, justo cuando ellos vuelvan –si es que vuelven y adónde vuelven–, correrán la misma suerte. Y todo eso, en teoría, durante cuatro años. Aunque la realidad, como ellos mismos saben, es que lo más probable es que et ERTE acabe convirtiéndose en ERE acogiéndose a la cláusula de los famosos tres trimestres de pérdidas.
            Un “mazazo para la economía de la región”, en efecto, como afirmaba José Manzanero, representante del Sindicato CSIF en Banco CCM; pero más, mucho más, para las familias de estos trabajadores, que ven cómo tienen que soportar la tremenda ineficacia e ineptitud de Moltó y compañía: no olvidemos que ellos fueron los pioneros en ser intervenidos por el Banco de España.
            Se prevé que, detrás de esta turbia maniobra, se oculte el evidente designio de dejar no más de una veintena de oficinas en la Región. Es para imaginar el estado de espíritu y la terrible desmotivación que este golpe bajo han provocado en estos probos trabajadores, como es de prever el insostenible clima de conflictividad laboral en los próximos meses. ¿Qué pueden decir de eso, señores Moltó, Morata, Barreda y Bono? Porque, claro, es evidente que sus hijos, los de ustedes, están bien situados, apadrinados y colocados, justo lo contrario de los de esta gente que ahora paga con sangre y lágrimas las culpas que ustedes tienen pendientes.


                                  Juan Bravo Castillo. Domingo, 23 de junio de 2013

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