LA SALIDA DEL IMPASE


                              




            ¿Se habrá dado cuenta Rajoy de que su problema, si de verdad desea alcanzar la investidura, sólo puede resolverse sentándose a una mesa con Sánchez y con Rivera a negociar un acuerdo de mínimos, lo que supone ceder lo que haya que ceder y bajarse de una vez del machito?
            El problema es que el gallego no es negociador ni de los que saben hacer fintas. Él es hombre de ideas fijas, reiteradas, de los que esperan que caiga el maná, de los que confían, ya no en la gran coalición, sino en un electorado que, aburrido de ver tanta sandez, acabe volviendo a su redil, para de ese modo gozar de nuevo de una mayoría absoluta en una previsibles terceras elecciones y así seguir practicando el rodillo que tanto le alaba Bruselas.
            ¿Cómo es posible a estas alturas que no se pregunte, pese a las ínfulas que se da, que, más allá del sostén de los suyos, nadie, absolutamente nadie le apoye y nadie se apreste motu propio a dejarle gobernar? De actuar con un poco de humildad, las cosas seguro que irían bastante mejor para él y para España. Lo primero en la vida es reconocer tus deficiencias, tus miserias. Pero eso no va con él.
            Y es que el problema no es sólo lograr la ansiada investidura, sino tomar conciencia de que con 137 escaños en un Parlamento de 350 voces, gobernar puede llegar a ser un auténtico suicidio.    
            Hay que ir, insisto a un acuerdo de mínimos para lograr un gobierno estable, un acuerdo en que cada cual ceda parte de sus pretensiones electorales para empezar a avanzar. El ejemplo de Gran Bretaña el pasado miércoles despidiendo al funesto Cameron en 18 días, cuando él pretendía estar subido al trono hasta el otoño, y poniendo a su sucesora, otra ironwoman, puede resultar paradigmático.
            Estos gobernantes que tenemos en España, tan timoratos y tácticos, más pendientes de los intereses de sus respectivos partidos que de los del país, deberían ser clausurados sine die en un huis clos, y no salir de allí, como los cardenales, hasta que no hubiese fumata blanca. Esa táctica de dejar pasar los días, y venga paseos, y venga postureo, y venga marear y marear la perdiz, no hace más que redundar más y más en su desprestigio, y a las pruebas me remito.
            Con todo, cabe la posibilidad que de esta prolongadísima crisis de desgobierno, salga, en breve, un retoño rollizo y lleno de esperanza. Para eso basta con que se den cuenta del ridículo que unos y otros están haciendo. Se acabó, señores, el tiempo del rodillo, del “porque sí”. Ha llegado la hora de hacer política de verdad, trabajando para el pueblo que es el que os paga, y no el que paga los platos rotos, como ha venido ocurriendo en los últimos tiempos.
            Dejen ustedes a Pablo Iglesias y a los independentistas tratando de sacar tajada de tanta incompetencia, y actúen de consuno dando ejemplo de eficacia en unos momentos tan delicados en que España, día a día, pierde el poco prestigio que logramos en las últimas tres décadas. Sólo luchando hombro con hombro podemos recuperar el tiempo perdido. España ha de dar el salto hacia delante; nos va en ello la vida. Países como Italia, que permanecían rezagados como nosotros, nos han pasado como una moto, mientras nosotros seguimos en el pelotón de los torpes, por más que todo el PP junto nos digan que esto lo han mejorado. No es cierto. Pero sí lo es que, con inteligencia, se pudiera mejorar.
                                       Lunes, 18 de julio de 2016. Juan Bravo Castillo

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