LAS CONTRADICCIONES DE BRUSELAS




            Mira por dónde ahora, el Departamento de Asuntos Económicos de la Comisión Europea tilda el proceso de ajuste salarial impuesto en España por el Gobierno de Mariano Rajoy de lento, ineficaz e injusto, proceso que ha golpeado especialmente a los trabajadores temporales de forma desproporcionadamente dura. Estamos, qué duda cabe, ante una más de las escandalosas contradicciones observadas  en un modelo de gobierno básicamente ineficaz, aleatorio y alejado de la realidad. Tres años les ha costado a estos caballeros de la Comisión darse cuenta de algo que hasta los niños de primaria en España conocían a la perfección, entre otras cosas porque lo venían sufriendo en sus carnes. Tres años de dolor y sacrificio de un pueblo, en tanto se pedía mano dura sin cesar con la clase trabajadora.
            ¿A qué carta nos quedamos? ¿En qué campo jugamos según estos ahítos dirigentes europeos? ¿Qué confianza se puede tener en unos políticos lejanos que no dudan en decir digo donde dijeron Diego y viceversa? La impresión generalizada es que, ignorantes de la realidad, se limitan a experimentar con nosotros como si fuésemos conejillos de Indias, con el terrible resultado que podemos apreciar: una Europa del Norte rica y una Europa del Sur cada vez más empobrecida y asolada, donde cada vez más impera el “sálvese quien pueda”, con una Grecia de cuyas miserias ya ni siquiera se habla. Mal negocio hicimos italianos, españoles, portugueses y griegos.
            En vista de esta solemne metedura de pata, ahora el Ejecutivo comunitario insta al Gobierno de Rajoy a una nueva reforma laboral al objeto de reducir las diferencias entre los contratos de los trabajadores temporales con los fijos, sin tener en cuenta que también éstos han quedado mermados en más de un 20%, si tenemos en cuenta los recortes salariales, las sustracciones de pagas extraordinarias y, sobre todo, las incesantes congelaciones de salarios.
            España, en sólo seis años, ha quedado empobrecida por seguir los caprichosos dictámenes de Bruselas, con todas las consecuencias que ese empobrecimiento está teniendo y con el peligro que ello supone ya no sólo para las capas humildes de población que han quedado fuera del sistema, sino incluso para las clases medias, que son invariablemente la columna vertebral de las sociedades europeas.
            Es, qué duda cabe, para poner el grito en el cielo. Es como si la destrucción de 3,5 millones de empleos entre 2008 y 2010 en nuestro país hubiera pasado inadvertida para la Comisión, incapaz de darse cuenta de que ese desastre se había visto potenciado gravemente por la dichosa Reforma Laboral, que hacía perder a los trabajadores derechos ancestrales, y que, lógicamente, lo único que iba a conseguir es despidos masivos, el incremento de las desigualdades, la caída de los salarios, el cierre indiscriminado de empresas y, el corolario, la huida apresurada de capitales hacia los paraísos fiscales.
            Al descrédito de la clase política española se une, como vemos, la de los jerarcas europeos, auténticos mercachifles de la finanza, provocando un temor creciente en la población que vio con asombro cómo se rescataban bancos en tanto que a los menesterosos y necesitados se les dejaba hundirse en el fango. ¿Servirá para algo está rectificación? Veremos.

                            Juan Bravo Castillo. Lunes, 17 de noviembre de 2014

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