UN POCO DE OPIO NO SIENTA MAL



            Escribo estas líneas recién concluido el segundo partido de semifinales de la Eurocopa de fútbol entre Alemania e Italia, donde una vez más se ha impuesto la aplastante lógica de la historia. Italia con su oficio, cuando prácticamente nadie daba un duro por ella, ha eliminado a la prepotente Alemania, la máquina demoledora, acostumbrada a ganar excepto cuando se le tuercen las cosas desde el principio.
            Tenemos, pues, adversario ya para la final de este domingo en que España puede marcar un hito en la historia del fútbol mundial. ¡Quién nos lo hubiera dicho a los que durante décadas sufrimos el mal fario de una generación de gentes acomplejadas que se nos iba la fuerza por la lengua!
            El fútbol español, que deslumbró en Austria hace cuatro años dando una lección doble a Rusia que tardará en olvidar, y que, con menos brillantez desde luego, se coronó campeón del mundo en Sudáfrica en 2010 con aquellas dos paradas inolvidables del portero Iker Casillas y el gol a Holanda enmarcado para el recuerdo de nuestro paisano Andrés Iniesta, ha logrado, a base de oficio y humildad, meterse otra vez en una final.
            Se ha oído de todo; que si no somos los de antes, que si nos han cogido la medida, que si nuestros jugadores están cansados, que si el entrenador Del Bosque no ha estado fino y sí un tanto reservón, en fin, qué se yo. Pero el caso es que, en 6 días, en sólo 6 días, acabamos con las ilusiones del equipo de Francia, haciendo trizas a los sarcásticos guiñoles del canal plus galo, y de la Portugal de Cristiano Ronaldo, que salieron a batirse como leones con algo parecido a aquella “furia española” que tantos sinsabores nos proporcionó.
            Y aquí estamos de nuevo, con ese grupo de futbolistas que están haciendo historia, ajenos a las críticas, y dispuestos a dar alegría a un pueblo que amenaza ruina. Una generación maravillosa perfectamente convencida de que, para triunfar en la vida, no hay otro camino que el de la humildad, el respeto al contrario y el trabajo a destajo.
            Asombra ver que en ninguno de los que forman parte de ese grupo ha hecho mella el endiosamiento tan habitual en ese oficio, y no hace falta sacar a colación ejemplos. Son tipos comunes, acostumbrados a la brega, ejemplares en la máxima extensión de la palabra, de ahí su enorme popularidad entre gentes de todos los estamentos y edades, pero, sobre todo, entre la juventud, que ve en ellos modelos de lo que hubieran querido ser.
            Por eso, frente al frenesí un tanto excesivo de tanto aficionado petulante y bravucón, que piensan que todo es llegar y comerse al enemigo “con patatas fritas”, uno se inclina al maravilloso ejemplo de estos deportistas ganadores, geniales, sin ningún tipo de complejos de inferioridad, que están dando al país el mejor ejemplo de los tiempos modernos en que tan faltos estamos de honestidad, unión y amor al trabajo. Porque ellos y sólo ellos nos podrían revelar lo que el genio tiene de perseverancia, de esfuerzo cotidiano, de sacrificio y de dominio de sí mismo. Y si no, que se lo digan al sevillano Sergio Ramos, con ese penalti lanzado “a lo panenka” contra la portería portuguesa, después de su clamoroso error contra el Bayern de Munich. Todo un ejemplo de temple y de tesón.
            Sinceramente, no sé si el equipo de Vicente del Bosque, que forjara Luis Aragonés, ganará esta noche a la escuadra azzurra con su tremendo historial, pero, de lo que no nos cabe la menor duda, es que “la roja”, como se ha dado en denominar, es un modelo de conducta, de unión y de arte del balompié como nunca pudimos soñar, de ahí los millones de adeptos con que cuenta en el mundo entero.

                                         Juan Bravo Castillo. Domingo, 1 de julio de 2012 

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